miércoles, 18 de abril de 2018

Abrir el pensamiento hacia nuevos dilemas


Abrir el pensamiento hacia nuevos dilemas
Dilemas que no son tan nuevos

Los principales temas
abordados en los estudios sistemáticos de
bioética (aborto, técnicas de reproducción
humana asistida, enfermedad y ancianidad, anticoncepción, SIDA,
etc.). [hay que] Elaborarlos y pensarlos juntos dentro de la temática [de la]bioética
es una necesidad de “memoria y conciencia” y posiblemente también una
necesidad para realizar nuevas y más ajustadas propuestas.
(de la Torre, 2010, p. 12)


INTRODUCCIÓN
La siguiente relatoría tratará, en la medida de lo viable, de dar un breve resumen del texto de López de la Vieja llamado Bioética Feminista. Posteriormente se tomaran algunas ideas del texto de de la Torre Díaz llamado Mujer, Mujeres y Bioética, para dar más valor a las ideas compartidas en el primer momento, para finalizar con unas cuantas consideraciones finales que puedan servir de inicio para el discurrir argumentativo de la sesión y propender por clarificar los conceptos tratados y así poder considerarlos a la vez desde la filosofía y la práctica pedagógica.
A decir con sinceridad, el tema me era algo extraño, casi que inexistente, no se veía una luz que diera piso para poder soportar todas las cuestiones que se suscitan. El azul es para los niños y el rosa para la niñas, los carros y las pistolas son para los niños, y las muñecas y los diarios son para las niñas, pantalón y tenis para los niños y falda y zapato charol para las niñas, el futbol para los niños y natación sincronizada para las niñas, fila de niños y fila de niñas. Es indiscutible la condición biológica física, no sé si fenotípica, pero también está la condición biológica psíquica, no sé si genotípica. Lo que sí es cierto es que en pleno siglo XXI, el mundo no es el mismo del siglo XX, y eso que sólo nos separan casi dos décadas.



BREVE RESEÑA DEL TEXTO
En la bioética, al igual que en otros espacios, la voz de las mujeres es marginal (de la Torre, 2010, p. 40) por ello también la importante propuesta que nos presenta López María Teresa. Ella propone hacer una revisión a la bioética liberal, en la que se busca una mayor dimensión social y política, que incida en la atención en salud e investigación científica. La ética del cuidado debe evolucionar a una bioética cívica con perspectiva de género, entendido más como identidad que como sexo masculino o femenino, que a su vez lleva un condicionamiento de las cargas y de los beneficios (López, 2014, p. 144).
Este enfoque da una extensión y una fuerza a la teorías feministas que fundamentan la bioética feminista, estás teorías a la vez quieren criticar los problemas que por la división entre hombre y mujer, generan discriminación en los ámbitos de salud, y calidad de vida personal; dados por los sesgos de género en la misma práctica clínica, se pretenden defender los derechos reproductivos, los grandes temas controversiales, como la interrupción del embarazo de manera voluntaria. La investigación científica debería ayudar a minimizar dichos sesgos (López, 2014, p. 144), pero es muy poco evidente su implicancias.
Revisar los principios clásicos de la bioética, es una de las propuestas: autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia; y pensar a la vez en algunos principios complementarios, como la responsabilidad y la igualdad. Hay que revisar  a fondo el modelo liberal de la bioética, en un contexto diferente, desde una perspectiva de género hacia un modelo cívico: social y político de bioética (López, 2014, p. 145).
La crítica feminista en los años 60’ fomenta una actitud de cuidado, que puede ser por ejemplo, la interrupción voluntaria del embarazo, lo que puede generar respuestas plurales, la idea posconvencional, abre una línea novedosa para examinar otros problemas. Pero la “otra voz” no llegó. Fue luego de demandas acerca del sistema que discrimina, que la disciplina se diversifica y da espacio para la aparición de la bioética feminista (López, 2014, p. 145). Aunque ni la psicología evolutiva, ni la filosofía, ni la ética aplicada pusieron cuidado a la importancia de darle cabida, aun así, la bioética se transforma sin tener en cuenta otros discursos sobre moralidad y salud (López, 2014, p. 146).
Nuevamente las denuncias sobre falta de igualdad, discriminación y violencia, en 1979 en la Convention on the Elimination of All forms of Discrimination againts Women (CEDAW), definen el marco para eliminar la discriminación en todas las culturas y sociedades, reiterada en 1995 en la 3rd Conference on Women de Beijing para construir estructuras de igualdad. Aunque todo ello sigue lejos de una distribución equitativa de recursos sanitarios, educación, ambiente y bien público en general. Este enfoque de género propende por todos los agentes, por ello es un enfoque cívico, que permita contribuir a modificar el análisis bioético desde una dimensión social y política, es decir, cívica, que permita salud y bienestar, ya que desde la bioética se entiende lo personal como político (López, 2014, p. 147).
Por los 1990, se realiza la FAB International Network on Feminist Approach to Bioethics, que contribuye a normalizar el enfoque, puesto que, los juicio morales deben ser imparciales, pero y hay que poner en negrilla ese pero, desde contextos especiales con aspectos concretos que permitan aplicar la norma legal y moral acorde a ese preciso y único caso, situaciones determinadas con agentes determinados (López, 2014, p. 147).
La interrupción del embarazo o la reproducción asistida son otros problemas controversiales, pero que deben ser vistos desde las situaciones de violencia en especial la machista, todo este desequilibrio afecta a la salud y a la investigación y como se dice más adelante en el texto (p. 150) a los ciudadanos y sus derechos, ¿cómo evitarlo? es la gran pregunta (López, 2014, p. 148).
Las limitaciones del modelo liberal se notan al contacto con la multiculturalidad, desde la perspectiva de género en la bioética se piensa que debe prevalecer la salud y la vida, por encima de la misma cultura. Por ejemplo, en la Guajira que por su cultura dejan morir sin asistencia por parte de los organismos de salud que en la medida que pueden hacen lo que está en su realidad. Y emerge en el texto como esperándome, la pregunta de “¿cómo aplicar el principio de autonomía en sistemas que mantienen prácticas de dominio?” (López, 2014, p. 149). Desde el género en la bioética se pretende hacer visible esa misma problemática, otro ejemplo, por qué los cuidadores son todas cuidadoras, por qué los donadores son casi todos donadoras; la perspectiva de género permite formular estas preguntas de forma correcta, es decir que se necesita de la bioética feminista para poder formular estos tipos de cuestionamientos sin prejuicios, dogmas o tradicionalismos anquilosados en siglos anteriores.
La bioética feminista es la “otra voz” la voz crítica, que con su enfoque de género, cuestiona el dominio patriarcal que quita fuerzas a los principios universales. Una cosa es el logro formal y otra la práctica de las oportunidades reales para las mujeres. Desde la bioética feminista se ha ampliado hacia una propuesta cívica más social y política; asimismo la relación entre condiciones de vida como la pobreza y la salud. Esta es pues una teoría crítica y normativa para poner al día la agenda bioética, para que sean tratados estos dilemas en la esfera pública, ya que antes la ética del cuidado era menos política que científica (López, 2014, p. 150), ya para el año 2005 la Declaración sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO (art. 14) iba en esta dirección, la de tener un enfoque distinto, acerca de la promoción de la salud, en clave de desarrollo y responsabilidad social (López, 2014, p. 151).
Ahora bien después de haber intentado esbozar brevemente la propuesta de López pasaremos a dar una especie de lluvia de ideas desde de la Torre con el fin de poder incentivar diversos panoramas para pensar desde la bioética feminista.

IDEAS PARA ABRIR EL PENSAR
“La bioética ha ignorado las cuestiones sociales y de género, olvidando por tanto, en la mayor parte de los casos, la pertenencia a una comunidad o a una sociedad, en la que la identidad de los individuos cobra sentido” (de la Torre, 2010, p. 40), de pronto no ha sido por voluntad propia, sino por las mismas presiones sociales que excluyen ciertos aspectos y ámbitos de sí mismo, que ni la crítica bioética podría ver con claridad. Podría decir desde la filosofía que es con la teoría crítica social en la que también se alimentan las preguntas que antes no se formulaban.

Se afirma que las mujeres deben ser sujetos del discurso moral y no excluidas del mismo; se insiste en superar toda forma de opresión contra quienes no tienen poder, en general, de ahí la referencia continua a la idea del “empoderamiento”. (de la Torre, 2010, p. 41)


Son las mujeres las llamadas a sumir su propia bandera, pero no por ello quiere decir que sólo ellas deban dar la lucha, todos los hombre venimos de una mujer, y por ello la necesidad de asumir desde todos los agentes la lucha por la defensa y la consolidación de una bioética feminista evidente no sólo en los textos de academia sino en la práctica misma de la salud clínica.

La relación entre la bioética y el feminismo es ambigua y compleja. Algunas autoras consideran que se puede dar entre ellas un enriquecimiento mutuo. Una bioética feminista consiste en el examen de todo tipo de asuntos bioéticos desde la perspectiva de la teoría feminista, y esto resulta enriquecedor pues completa una visión que, de otro modo estaría sesgada. (de la Torre, 2010, p. 47)

Si la relación no fuera clara y hasta necesaria no se podrían mostrar los avances que se han logrado desde la misma crítica activa frente a las injusticias, discriminaciones y violencia que se ha dado con conciencia de superioridad patriarcal; por ejemplo sólo unos datos del siglo XXI para pensar:
500.000 muertes anuales de mujeres son consecuencia del embarazo y del parto, el 99% de ellas en países en desarrollo, 75% de los que padecen el SIDA son mujeres. 25% de las mujeres han padecido violencia sexual. 30% de las mujeres han tenido una iniciación sexual forzada (en España), 10% de las mujeres han sufrido violencia física. 84% de los cuidadores familiares de nuestros mayores son mujeres (en España). Los tratamientos de las Técnicas de Reproducción Humana Asistida recaen exclusivamente sobre las mujeres y su cuerpo, con todo lo que suponen ciclo tras ciclo hasta que tienen o no tienen éxito (FIV 28%). La anticoncepción ha sido y es responsabilidad en su mayoría de mujeres, tanto en las primeras relaciones sexuales como cuando hay una pareja estable. Esto ha hecho, que hoy contemos con muy pocos métodos anticonceptivos masculinos (de la Torre, p. 11, 12). Si esto no nos pone a pensar entonces seguiremos manteniendo la abismal brecha de sesgo entre la búsqueda de una justicia universal y la práctica de un cuidado que no necesariamente responderá a esos principios, sino a unas particularidades exclusivas, pero no excluyentes.  
“Las mujeres parten de la experiencia de opresión vivida, entendida como opresión y daño. Ellas la definen como deshumanización plurifacética” (de la Torre, 2010, p. 197), es tanto así que es deshumanizado el ser humano cuando se permite la violencia contra la mujer, cuando aún no hay claridad ni consenso en el aborto y sus excepciones. La vida y la salud, las necesidades mínimas para el ser humano, sin medir si es M o F, I o H, L o T, Carlos o Carla.

CONSIDERACIONES FINALES
Ahora para finalizar podemos decir que desde esta perspectiva la práctica docente no es que se clarifique. Si no que más bien se complica. Pues ahora con lo de la diversidad de géneros y la tolerancia por delante, es difícil, poder emprender sin prejuicio una labor más que neutral, incentivadora en pro del respeto, la justicia y la dignidad humana. Ya que, primero hay que trabajar sobre sí mismo para poder ampliar esos límites que no permiten eliminar los sesgos. Para después poder ejercer influencia, ejemplo, y exigencia de los derechos de todos y de todas. Ya hasta el lenguaje debe ser elocuente con la realidad.
Pero a la vez es difícil cuando, por ejemplo: en el colegio donde laboro, hay una persona de físico, sexo femenino, pero con identidad de varón, viste como niño, pero forma en la fila de niñas, ingresa al baño de niñas y en la lista aún aparece Luna Dayana. Igual como docente trato de creer que es niño y así se le trata, aunque eso sea caer en otro “error” pues se la habla más duro y estricto que a una niña, niña.
Lo importante creo que es poner a pensar a la sociedad sobre estos temas para poder ver que el problema no es sólo el erradicar la pobreza y el analfabetismo sino también la discriminación y la desigualdad e injusticia social y política. “Estamos ante un intento de una reconstrucción de la ética que parte de considerar a las mujeres como personas humanas con capacidad de acción moral: libertad y responsabilidad” (de la Torre, 2010, p. 206). No es que no lo sean, sino que se ha ocultado, por diversas razones; ahora hay que reconstruir, repensar la ética, la bioética, la bioética liberal y la bioética feminista desde un enfoque de género, pero de género Humano.

La opresión es una forma intolerable de injusticia,
pero, además de la opresión de género, que es la más destacada por el
feminismo, hay otras formas de opresión ulteriores y adicionales.
Sin embargo, es posible cambiar la sociedad, de modo que se pueda eliminar la
opresión. Una meta del feminismo será promover los cambios necesarios
para lograrlo.
(de la Torre, 2010, p. 23)




REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

de la Torre, J. (2010). Mujer, Mujeres y Bioética. Madrid. España. Universidad Pontificia Comillas.

López, M. (2014). Bioética Feminista. Dilemata. Universidad de Salamanca. 




Hacia una nueva forma de re-pensar la evaluación escolar


Hacia una nueva forma de re-pensar la evaluación escolar
Requisitos a la evaluación:
inclusión, diálogo y deliberación,
los cuales apoyan los procesos democráticos
y evitan la marginalización de
grupos poco representados en la sociedad.
(Cabra-Torres, Fabiola, 2014, pág. 180)

La realidad y complejidad de la educación genera que la evaluación, intrínseca en el fenómeno mismo de la educación, sea a la vez imbuida por esa realidad y complejidad. No es lo mismo evaluar a un estudiante con problemas familiares, o falta de afecto, a un estudiante con ausencia de compromiso escolar pero con familias estables. La evaluación debe ser por ello re-pensada para poder ejercer mejor las transformaciones, que ella misma pretende al estar sumergida dentro de la educación como motor mismo de transformación social.
A continuación se darán a conocer los aportes conceptuales del artículo: La evaluación auténtica de los procesos educativos, teniendo por autores a Mónica Vallejo Ruiz  y Jesús Molina Saorín, publicado en la Revista Iberoamericana de Educación. Para resaltar algunos conceptos relevantes, más que para la solución de los problemas de la evaluación y de la educación, sino más bien, para generar una tención y debate que permita ver los alcances y las posibilidades de re-pensar la evaluación frente a una sociedad que requiere igualmente ser re-pensada, sin  relegar el papel de transformación que ello implica.
Hacia una evaluación autentica: en el artículo que corresponde como base a ésta relatoría, se presenta el problema de evaluar los aprendizajes de los estudiantes, y se propone la evaluación auténtica como “un enfoque alternativo” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 11), que no busca ser otra forma más de las tantas para evaluar, sino, que busca poder ser una evaluación que pueda valer por sí misma, en tanto que responda íntegramente a las expectativas, procesos y logros o alcances de cada estudiante. No es que sea una evaluación para cada uno, sino una valoración a partir de ciertos principios o criterios determinados por un contexto escolar, para que a la vez se puedan asignar tareas auténticas que fortalezcan el proceso de aprendizaje y evaluación.
El contexto que se vive, está enmarcado en una complejidad porque “el ámbito educativo es un campo en continuo cambio y con incesantes reformas” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 12), por ello a la vez se requiere re-pensar la evaluación para “incorporar sistemas y prácticas de evaluación alternativas” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 12). No se puede seguir evaluando con sistemas que ya están fuera de contexto escolar local y global, es necesario

Plantea(r) la necesidad de una evaluación más acorde con las nuevas concepciones del proceso de enseñanza y aprendizaje; es decir, una que sea capaz de otorgar más importancia al trabajo autónomo del alumno a tenor de la incorporación de metodologías activas. En definitiva, se apuesta por un modelo de enseñanza y aprendizaje basado en competencias. (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 12)

Ello es indispensable a la hora de re-pensar a la vez la pedagogía misma ya que “se debe cambiar la evaluación para cambiar la Pedagogía” (Perrenoud, citado por Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 12), pensar cómo podremos evaluar competencias, entendidas estás como las potencialidades de cada estudiantes, que responde a unas condiciones o situaciones familiares y personales que le determina a su vez una forma de ver y ser en el mundo. Se debe potenciar la potencia de cada estudiante, sin perder de vista el contexto al que pertenece, que de una u otra manera debe ayudar a transformar.
La evaluación auténtica, si no las interrelacionamos con las competencias para la vida, desde una determinada concepción de la enseñanza y el aprendizaje, no tienen sentido (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 13). No se debe evaluar por evaluar y cumplir con requisitos de políticas educativas y estándares internacionales, si no se actúa sobre la necesidad y potencialidad de cada estudiante, frente a su rol como sujeto con valores democráticos, no se está educando.
Se propone desde los autores un reto: “el reto actual es que estén capacitados para participar de manera activa y responsable en la esfera ética, social y profesional. Tales retos plantean, a su vez, nuevas concepciones, enfoques e instrumentos de evaluación” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 13) y por ende en el desarrollo de una formación ciudadana; por ello es que
Se identifican la rendición de cuentas y la gestión de calidad como los discursos predominantes en las últimas décadas, y se observa cómo, en menor medida, en la práctica se promueve una comprensión de la evaluación como actividad valorativa comprometida con el fortalecimiento del ejercicio de la formación en valores democráticos. (Cabra-Torres, 2014, pág. 177)

Así, la evaluación se utiliza de dos maneras, “puede utilizarse para organizar de una manera más racional y eficaz las actividades de enseñanza y aprendizaje, tratando de mejorarlas” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 14) que sería la típica evaluación de escuela que busca demostrar unos ciertos resultados frente a unas exigencias externas y fuera de contexto; “o para acreditar ante la sociedad que los aprendizajes realizados por los alumnos los capacitan para el desempeño de determinadas actividades y tareas, más allá del contexto escolar” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 14), este segundo modo es el que se debe tomar como punto de partida para re-pensar la evaluación como una evaluación auténtica de los aprendizajes escolares para una vida ciudadana.
Re-pensar la evaluación es re-pensar la educación y sus procesos de enseñanza-aprendizaje para que se vea que

La evaluación auténtica sería la reacción ante una tradición pedagógica muy extendida en la que el alumno se limita a escuchar, repetir, copiar y memorizar; una tradición en la que la evaluación es, ante todo, sumativa, y responde a criterios de uniformización que persiguen clasificar a los alumnos en función de los resultados obtenidos y mediante exámenes basados en la repetición de contenidos trasmitidos durante las clases. (Bélair, citado por Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 14)

Aquí, hay que superar los estereotipos enclaustrados en sistemas y teorías evaluativas que no están determinadas por la realidad de cada actor en el proceso de aprender y evaluar; sería, más bien, valorar de manera auténtica el proceso formativo y el desarrollo de potencialidades o competencias éticas y ciudadanas, “la competencia supone la adquisición de conocimientos, habilidades y actitudes” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 16), y ello debe implicar precisamente que “la evaluación realmente será auténtica en la medida que conecte la experiencia educativa con asuntos relevantes de la vida” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 15), además que dicha “valoración de la competencia debe realizarse a partir de la actividad que (se) realiza” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 16), no se puede evaluar una competencia si no es en la práctica y en la acción enmarcadas por una actitud frente a la sociedad.
Ahora, podemos ver que hay que “enfatizar que los contenidos son algo que debe capacitar a los estudiantes para entender y poder actuar en el mundo que les rodea” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 17), puesto que, para desarrollar y fortalecer competencias se debe tener un mínimo de requisitos básicos para poder ejercer autónomamente el proceso de aprendizaje, ejercer la práctica de sus competencias o potencialidades dentro de sus alcances y límites.
En el artículo se presentan una serie de principios y ventajas que tiene la evaluación auténtica, tales como: “explorar los aprendizajes que requieren habilidades cognitivas y acciones complejas, no el simple recuerdo de información o la ejercitación rutinaria” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 18), así, la evaluación no debe ser un ejercicio de recordar sino de interrelacionar. Segundo: “seleccionar o desarrollar tareas auténticas que representen tanto el contenido como las habilidades centrales –en términos de los aprendizajes más importantes– y, de esta manera, conjugar la enseñanza con la evaluación” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 18), la tarea auténtica va de la mano con la evaluación auténtica es un refuerzo al desarrollo y fortalecimiento de las competencias o potencialidades. Tercero: “proporcionar a los alumnos los apoyos necesarios para que comprendan y realicen la actividad, así como para entender las expectativas existentes en función del nivel de logro esperado” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 18), esto es, dar a conocer cada uno de los criterios y componente a evaluar, no se puede evaluar lo que no se sabe que se va a evaluar, además de corresponder a un mínimo de ético profesional, es decir, el evaluar según lo aprendido. Cuarto: “comunicar con claridad las expectativas de ejecución en términos de criterios consensuados con el grupo, mediante los cuales se juzgará dicha ejecución, al tiempo que se deben generar las condiciones y mecanismos necesarios que permitan registrar el avance de los alumnos” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 18), reitera lo anteriormente dicho. Ultimo: “incluir espacios de reflexión en torno a los aprendizajes logrados, a la enseñanza que los posibilitó y a los mecanismos de evaluación que se emplearon, recuperando posteriormente dichas reflexiones como elementos de realimentación y propuestas para la mejora” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 18), si no se toma los resultados o los productos de la evaluación para reflexionar y transformar en la medida de lo posible, la evaluación no existe.
Ahora bien, las ventajas son: primero que,

Permite confrontar el aprendizaje –usando criterios del mundo real– con cuestiones como el manejo y solución de problemas intelectuales y sociales, los roles desempeñados, las actitudes y valores mostrados, las formas de interacción y cooperación entre participantes, así como las habilidades profesionales o académicas adquiridas o perfeccionadas. (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 19)

Se trata pues de ser una evaluación holística que permita la integralidad del ser, en la medida en que aprende a ser en una sociedad determinada con una necesidad de desarrollar y practicar ciertos valores democráticos.
Segundo: “permite mostrar y compartir modelos de trabajos de excelencia que ejemplifican los estándares deseados” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 19), no se debe evadir el estándar, sino, buscar los modos alternativos según los contextos escolares para fomentar el trabajo y la excelencia. Tercero: “conduce a dar transparencia y aplicar consistentemente los criterios desarrollados por el docente, obteniendo consenso con los alumnos, con otros docentes e incluso con los padres u otros participantes en la experiencia educativa” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 19), esto quiere decir que, toda la comunidad educativa debe hacer parte del proceso de aprendizaje y por ello del proceso de evaluación. Cuarto: “amplía las oportunidades en el currículo y la posibilidad de supervisar, autoevaluar y perfeccionar el propio trabajo” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 19), la evaluación autentica no es unilateral sino multidireccional, atendiendo a la complejidad y necesidades del contexto y la sociedad. Quinto: “ofrece, como evaluación en sentido amplio por no reducirse a la aplicación y calificación de una prueba: — Oportunidades variadas y múltiples de exponer y documentar lo aprendido. — Posibilidades de buscar opciones para mejorar el desempeño mostrado por alumnos y docentes” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 19) evaluar no es aplicar una prueba, no responder un cuestionario, es observar reflexivamente cómo pienso, siento y hago en el mundo que me corresponde. Sexto: “desarrolla en los alumnos la autorregulación del aprendizaje, les permite reflexionar sobre sus fortalezas y deficiencias, así como fijar metas y áreas en las que tienen que recurrir a diversos apoyos” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 19), la evaluación sin autoevaluación es incompleta, el estudiante debe a partir de sus competencias, logros y deficiencias, tomar los correctivos necesario de auto-mejoramiento y auto-superación.  Sexto: “proporciona una realimentación genuina, tanto a los alumnos sobre sus logros de aprendizaje como a los profesores respecto de su enseñanza y de las situaciones didácticas que plantean” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 19), ello con el fin de proponer formas de mejoramiento y transformación respecto de las necesidades y exigencias del contexto social. Ultimo: “faculta a los alumnos a actuar y a autoevaluarse de la manera en que tendrán que hacerlo en contextos de la vida real” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 19), si la evaluación está desligada de la vida real, no se está evaluando sino aplicando una técnica de pregunta y respuesta para dar una calificaciones, que dicen nada del estudiante ni de sus valores para la formación ética y ciudadana.
El artículo termina definiendo unos conceptos en relación a las áreas reales frente a las tareas auténticas. Tales conceptos son los de: realismo, relevancia, proximidad ecológica e identidad. El primero corresponde a “haber identificado aquellos problemas profesionales que el alumno deberá ser capaz de resolver en el futuro” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 20). El segundo en relación a las “competencias que tratan de enseñarse y evaluarse, siempre en relación con los contextos profesionales o de la vida cotidiana” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 20). El tercero se refiere a que “la tarea no se aleje de los planteamientos que habitualmente tienen los docentes de ese centro cuando enseñan o evalúan” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 21) y por último que “se utiliza en relación al grado de socialización profesional que favorece la práctica” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 21). Es decir que la evaluación debe responder no sólo a los criterios en sí mismos de la evaluación o la competencia a poner en juego, sino que debe responder a factores que no están explicitados en la evaluación como tal, a su futuro.
Concluyen por decir que es necesario asegurar la equidad en la evaluación y entender que las llamadas evaluaciones alternativas o auténticas son instrumentos que operan mediante estándares referidos al criterio y no pruebas referentes a la norma” (Vallejo, R. & Molina, J. 2014, pág. 20). Entonces, la evaluación alternativa o autentica no pretende suprimir las evaluaciones o pruebas de la norma, o sea las pruebas estatales y hasta internacionales, sino evaluar aquello que se deja de evaluar por responder a sistematizaciones escolares y rutinas tradicionales, busca complementar.
Para qué evaluar desde una evaluación auténtica: la propuesta anterior, hace énfasis en la evaluación o valoración de las competencias. Muestra dos caminos de la evaluación como tal y el camino que debería toma la evaluación auténtica, entendida ella como, la posibilidad de ver desde otra perspectiva las competencias-acciones, y las consecuencias en cada uno de los estudiantes dentro de su proceso formativo. No se pude negar la evaluación dentro de una proceso de aprendizaje, ya que, de una u otra manera se observa un cambio en el transcurrir del proceso formativo, visibilizando cambios o mejorías que permitan consolidar un avance, tanto en la construcción del saber, como en la práctica de valores, “el propósito de la evaluación […] implica asumir valores de responsabilidad cívica esenciales para formar ciudadanos que se reconozcan” (Cabal-Torres, 2014, pág. 182) como ciudadanos, por ello esta propuesta responde no sólo a evaluar lo que no se evaluaba sino a promover por medio de dicha evaluación auténtica formas para un mejor vivir.
La escuela actual, en sus constantes transformaciones tanto directas, como las dadas por las políticas educativas; o indirectamente frente a los conflictos socioeconómicos del contexto cercano de la escuela, debe responder a las exigencias de cada estudiante que se determina a su vez a un micro-contexto particular. Es necesario que la escuela prepare para el futuro, para su formación profesional, para su ser ciudadano. Por ello más que simplemente evaluar para mejorar las pruebas Saber no responde a ninguna necesidad de vida en el estudiante. Al evaluar de manera autentica se debe ser consciente que es una alternativa mas no un sustituto. Se debe preparar al estudiante para que desarrolle pruebas de lectura crítica, claro que sí, pero también se le debe evaluar cómo al desarrollar habilidades de lectura crítica, puede fortalecer valores y principios que le permitan ejercer unas mejores acciones que se armonicen con las transformaciones necesarias de su contexto.
La simple observación, al modo del evaluador, puede ver, si un estudiante ha cambiado para mejorar o para empeorar. Si las condiciones que tiene el aprendizaje de cada uno corresponden a las competencias que puede desarrollar y por tanto fortalecer en el ejercicio del aprendizaje.
La evaluación sólo adquiere sentido en la medida en que permite evidenciar falencias y fortalezas, además de permitir las transformaciones pertinentes y relevantes para la escuela y su contexto. La evaluación debe ser un modo más de aprender. Debe generar reflexión y auto-determinación. Una evaluación sin objetivos claros es una brújula dañada. La evaluación sin retroalimentación es una buena cena servida pero sin comensal. La evaluación no debe ser un castigo ni para el maestro ni para el estudiante, debe ser considerada como la verificación de las competencias puestas en práctica.
No solo se comercializa y/o produce conocimiento en el proceso de la educación sino que también en la medida de lo viable promueve la formación de seres humanos éticos y políticos (Cabal-Torres, 2014, pág. 188), por ello esta propuesta de la evaluación auténtica, que se caracteriza por la evaluación de saber-hacer por medio de las competencias, puede llegar a ser generadora de valores y ciudadanía. Puesto que con esta alternativa no se busca netamente la repetición del concepto de clase, sino el sentido y la práctica que se da en la vida misma. La evaluación autentica, debe promover experiencias educativas que a su vez permitan vivir en el mundo de una manera electiva y responsable.
Conclusión: existe la evaluación para cumplir con un requisito institucional. Existen evaluaciones de áreas básicas, de competencias ciudadanas –pero escritas- que sólo son resultado de una planificación direccional y administrativa. Pero también existe la evaluación alternativa o autentica que permite una evaluación –no sólo escrita- sino que, a la vez busca ser un hacer en contexto a partir de unos previos saberes, saber-hacer en proporción a las exigencias sociopolíticas y económicas, sin olvidar las particularidades necesidades en los micro-contextos por ello

la rendición de cuentas y el aprendizaje crean una tensión entre sí: por una parte, la rendición de cuentas exige procesos de control que exponen las deficiencias o debilidades, y por otro, el enfoque de aprendizaje necesita de un ambiente seguro en el cual se pueda disentir sin experimentar temor a la sanción o expresar sus necesidades. (Cabal-Torres, 2014, pág. 191)

Los maestros somos los primeros que le debemos perder el miedo a la evaluación y permitir que los estudiantes mismos re-piensen su propio proceso de aprendizaje y de evaluación de sus competencias y potencialidades a la luz de su sueño profesional y de su realidad. Construir colectivamente con la comunidad educativa los criterios o parámetros que permitan ver claramente las competencias, alcances y límites de cada estudiante, para propender a la mejora y la transformación del proceso de  aprendizaje- enseñanza, a la vez que se coadyuva a la armonización escolar y cultural. Que lo que se aprenda y evalúa en la escuela sirva para vivir mejor.

Se diseña al profesor en formación más como un técnico que como un
profesor capaz de tener juicio crítico y reflexivo. El enseñar se convierte
simplemente en un empleo, en un conjunto de competencias que se deben
adquirir y donde prima la eficiencia sobre la ética.
(Ball, citado por Cabal-torres, pág. 192)