Enseñar
filosofía en el siglo XXI
Una
apología a la filosofía en la escuela secundaria
Para Ángela Calvo, enseñar
filosofía tiene que ver
con la pasión por las idea, pero
también
por la pasión por el encuentro
con el otro.
(Delgado, 2016, pág. 143)
Resumen: En este trabajo se
presenta en tres partes; muestra una perspectiva de la filosofía, tanto como
materia como forma de vida. La escritura y la lectura son claves para poder
alcanzar las pretensiones de la filosofía. Para que a partir de estas
competencias se pase a dudar, cuestionar, criticar y filosofar, para poder
entender el sitio que le corresponde en el mundo, adquirir la conciencia de sí
y la capacidad de ejercer lo que su razón designe. Se plantean tres preguntas
que más que querer responder, son para tratar de poner en tensión la labor del
maestro de filosofía para poder pensar y repensar cuál es la misión del maestro
de filosofía en la escuela secundaria. Las aproximaciones a las posibles
respuestas se da más como un abre bocas para reflexionar con más profundidad,
la pertinencia de estas preguntas en pleno siglo XXI. Por ello se habla de
lineamientos para los indicadores de logros como medio para la identidad
nacional; se habla desde la experiencia lo que se da en el aula de filosofía
(aunque no de modo general), y se finaliza con una propuesta pretensiosa de
entender la filosofía como la esperanza del mundo, y, de cada estudiante.
Palabras clave: Conciencia,
ejercer, lectura, escritura, dudar, filosofía.
El siguiente
texto esta cimentado sobre tres preguntas: 1. ¿De qué tratan los lineamientos
de la enseñanza, según el Ministerio de Educación Nacional (MEN)? 2. ¿Cuál es
la realidad (desde una experiencia particular y no un hecho general) de la
enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria? Y 3. ¿Cuál es la (el deber)
finalidad o finalidades de la enseñanza de la filosofía en la escuela
secundaria?
Trataré,
en la medida de lo posible, aproximar a la respuesta o dar ciertas luces para poder, más que responder a
estas tres preguntas, -que debería responder todo maestro de filosofía- a
problematizar, poner en tención y repensar así la profesión, la práctica y el
arte del maestro de filosofía en la escuela secundaria.
1.
Para empezar a analizar, en el sentido de descomponer, la primera pregunta: ¿De
qué tratan los lineamientos de la enseñanza, según el MEN? Nos apoyaremos en lo
que manifiesta MEN en sentido de Indicadores de logros, para poner sobre el
papel, lo que se supone, que versa la enseñanza, por ello se hacen necesarios
los lineamientos para las acciones o prácticas pedagógicas que busquen y den
ciertos resultados, pensados y exigidos desde el MEN, es decir, “los
lineamientos pedagógicos y curriculares que el país necesita y el Ministerio de
Educación debe ofrecer” (MEN, pág. 1), son los que nos ayudarán a poner en
tensión la realidad de la escuela y en espacial la enseñanza de la filosofía en
la escuela secundaria.
Se parte entonces de una visión
global de lo que debe ser y hacer la educación en sí misma, a saber:
Una visión nueva de
la educación capaz de hacer realidad las posibilidades intelectuales,
espirituales, afectivas, éticas y estéticas de los colombianos, que garantice
el progreso de su condición humana, que promueva un nuevo tipo de hombre
consciente y capaz de ejercer el derecho al desarrollo justo y equitativo, que
interactúe en convivencia con sus semejantes y con el mundo y que participe
activamente en la preservación de los recursos. (MEN, pág. 2)
La conciencia es pues el elemento, la facultad, por el cual la
filosofía aun es necesaria, pertinente y relevante. Necesaria para hacer
presente la conciencia, pertinente porque sin conciencia no hay humanidad, y
relevante porque gracias a ella, la filosofía, la conciencia se auto-critica
para auto-constituirse. Además del elemento,
la facultad de ejercer, puesto que la conciencia lleva a las acciones, la
autonomía del pensamiento lleva, por tanto, a ejercer la libertad.
Los lineamientos son, pues, las
bases para la construcción de currículos de filosofía, pues, estos, “constituyen
puntos de apoyo y de orientación general frente al postulado de […] entender el
currículo como un conjunto de criterios, planes de estudio, programas,
metodologías y procesos que contribuyen a la formación integral” (MEN, pág. 2),
se hace así indispensable, un mínimo de congruencia curricular para las
instituciones, que guíen los procesos de enseñanza, o más que procesos sus
contenidos, pues los procesos sí que dependerían netamente de la práctica
pedagógica particular, de cada maestro de filosofía en la escuela secundaria,
dentro de su aula. Como si se nos entregara un mapa pero cada uno decidiera el
recorrido, y en ese recorrido (las clases, o más que las típicas clases, las
sesiones de filosofía, los encuentros dialógicos) gestionar ambientes para “crear
un vínculo de confianza y suscitar la curiosidad por la filosofía en los
estudiantes” (Delgado, 2016, pág. 155).
Estos lineamientos son a su vez
cuestionables, criticables y modificables. Cuestionables, porque siempre deben
estar en un constante análisis para que se permita la ratificación de su estructura.
Criticable, porque si el cuestionamiento genera problemas irresueltos, se debe
pasar a la crítica entendida como: los alcances y posibilidades del mismo, a
partir de una evaluación o examen para buscar y mostrar las posibles soluciones, así, ampliar a la modificabilidad,
para mejorar los estructura curricular de la enseñanza de la filosofía en la
escuela secundaria, modificaciones que a su vez dependen de un contexto
nacional (como lineamientos del MEN) y un contexto institucional (como sus
objetivos más particulares).
Es importante dar claridad a “los
procesos educativos [que] son afectados por lo que sucede en el país” (MEN,
pág. 5), puesto que, el contexto no es ajeno a lo que sucede en la escuela, ni
la escuela es ajena a lo que sucede en el contexto. Así, los “cambios
nacionales en función de un proyecto de país determinado por la Constitución
Política” (MEN, pág. 5), que busque los caminos y los medios para alcanzar la acciones
y actitudes para la paz, y por consiguiente, una plena armonía social.
La
“búsqueda de respuestas a los desafíos de la Modernidad, la ciencia, la
tecnología y las demandas del desarrollo humano integral” (MEN, pág. 5), que no
se contente con aprender y comprender lo que sucede en el mundo, sino que, a su
vez genere progreso en los ámbitos mencionados; ya que, en la “atención a la
necesidad de mejorar la calidad de vida, de conseguir mayor justicia y equidad
y de hacer posible la participación ciudadana y la convivencia pacífica” (MEN,
pág. 5), se enfocan todos las fuerzas pedagógicas, que a su vez buscan mantener
los “esfuerzos por mejorar la economía nacional y hacerla competitiva
internacionalmente” (MEN, pág. 5), entonces así la escuela y la enseñanza de la
filosofía no sólo se debe preocupar por enseñar a partir de los lineamientos,
sino, de la realidad misma (MEN, pág. 5) para “despertar un espíritu
democrático, de participación y de solución civilizada de los conflictos a
pesar de muchas dificultades” (MEN, pág. 5).
No
se erradicará el conflicto con la enseñanza de la filosofía en la educación
secundaria, pero sí que se mejorará la forma y calidad en que se reflexiona la prevención
y solución de los mismos, tendiendo a una “valoración creciente de la diversidad
étnica, cultural y ecológica como patrimonio y fuentes de riqueza” (MEN, pág.
5), para que reconozcamos la necesidad de realizar nuevas prácticas sociales y
culturales a partir de la adquisición de conciencia
frente al papel que tenemos en el mundo y la necesidad de ejercer la libertad en pro del mismo.
Este concepto de contexto o de
contextualización es innegablemente importante luego, permite clasificar
ámbitos, en este caso de la educación, en los siguientes: sociopolítico y
económico, educativo y lo cultural, gestión pedagógica de la institución,
curricular, evaluativo, con ello buscando siempre que,
La decisión de
introducir los indicadores como un nuevo instrumento en la cultura escolar debe
ir acompañada de medidas tendientes a facilitar todos los medios y condiciones
necesarios para que haya una gran claridad sobre lo que se hace y se busca. Se
requiere, por ejemplo, amplia difusión y discusión de las propuestas,
producción y distribución masiva de materiales de apoyo, todo dentro de una
búsqueda permanente de mejores procedimientos pedagógicos. De lo contrario
puede suceder que se consideren los indicadores como algo añadido y que en la
práctica no haya cambios sino que se haga más de lo mismo que se venía haciendo
en programación, desarrollo y evaluación. (MEN, pág. 9)
Un
indicador es algo que señala y puede mostrar lo que se ha logrado, el logro así
es como el punto dónde llegar, y este entendido como Mandato Constitucional,
que es en ultimas la identidad, es decir, “los logros e indicadores de logros
nacionales tienen como base un propósito claro de búsqueda de identidad
cultural nacional (MEN, pág. 12); y en este caso se hablaría de la multitud de
formas que existe respecto de la identidad nacional. Además que “la identidad
cultural y educativa se forma por los procesos sociales” (MEN, pág. 12), por
ello mismo la necesidad de ir modificando nuestras propias identidades
nacionales de violencia y guerra hacia la paz y armonía. Ello a
partir de “tomar conciencia de que como país poseemos una [varias] identidad[es]
que puede[n] ser mantenida[s], modificada[s] o cambiada[s] a través de procesos
sociales” (MEN, pág. 12).
Por
ello la importancia de la reflexión filosófica que permita prever las
necesidades, las crisis, las debilidades y poder ejercer a tiempo las precauciones
o reparaciones pertinentes para
mantener una sociedad en igualdad de
progreso (entendida aquí como mantener un mínimo de condiciones para la
prosperidad social –aunque puede ser más profunda la cuestión, se abarcaría en
otro trabajo-), sin olvidar que “los procesos educativos son parte de esos
procesos sociales” (MEN, pág. 12), y que por ello el maestro de filosofía puede
ejercer, desde las sesiones, dentro de sus aulas, las prácticas sociales que
busquen la igualdad de progreso.
Estos
indicadores permiten pues planificar un currículo que permita los caminos
pertinentes para cada institución, para alcanzar los logros propuestos por la nación;
se busca, entre otras cosas, el desarrollo humano (pero decimos que para ello
primero debe haber una igualdad de
progreso). La escuela no es el único espacio donde el estudiante es humano,
o aprende a ser una persona con valores humanos, pues la humanidad es una
práctica de valores frente el otro ser humano. La humanidad no es sólo papel de
la escuela, pero sí que debe ser quien piense la humanidad como problema y la
educación como solución; desde la casa nos hacen
seres humanos al imbuirnos de valores y principios, que se ponen en juego dentro
de la escuela y en la calle, después la escuela los valida o los modifica para
su inserción, encajamiento y articulación socio-cultural.
Lo
que es de señalar como relevante dentro de los lineamientos es que permiten
pensar a la humanidad como una finalidad (como quería Kant), ya que, propone
entre otras cosas principios y fundamentos para analizar a la persona como un
ser incorporado, es decir dentro de un sistema social determinado, natural. Que
nos lleva a entender al ser humano como un ser singular, no universal, abierto
al mundo, a los demás, adquiriendo siempre un grado de responsabilidad; es
además un ser activo, creativo, lúdico y por ello la dificultad de poder
ejercer un convencimiento final sobre lo que es el ser humano, así, la
finalidad de toda la humanidad. Lo que sí es claro es que dicha finalidad debe
siempre tender hacia la igualdad de
progreso, o según el MEN hacia el desarrollo humano.
Una
de las dimensiones humanas es la cognitiva; y, por pensar desde la filosofía es
indispensable detenernos, reflexionar, sobre cómo el ser humano conoce, más que
centrarse en las múltiples teorías, debe centrarse en las múltiples formas de
generar cognición. Por ejemplo: “si conociéramos más acerca de la interacción
de las mentes en la escuela, seríamos más cuidadosos a la hora de enseñar”
(MEN, pág. 31). Los maestros olvidamos el mundo cuando estamos en el aula,
creemos que todos aprenden tal cual lo que decimos.
Todas
las dimensiones humanas van caminando juntas, la dimensión corporal es
indispensable para adquirir conocimientos, es decir, algo así como, sin cerebro
no conozco; la dimensión cognoscitiva va de la mano de la dimensión del
lenguaje y su significación. Los procesos del pensamiento son a su vez procesos
del lenguaje, por esto la filosofía es fundamental, para poder clarificar las
polivalencias de los múltiples conceptos, con los que se explica y se trata de
comprender el mundo. Ello desemboca en la dimensión comunicativa y esta en la
dimensión ética. La filosofía está más vigente que nunca pues es ella la que
permite la conciencia y el ejercer de dichas dimensiones, por parte
del ser humano en pro de su desarrollo, como ser humano; siempre dentro de
mantener las condiciones de igualdad de progreso.
Entonces el sentido de la educación es que “el hombre se ubique [sitúe] para proponerse
una acción intencional racional sobre el mundo, es decir, para proponerse unas
finalidades, a la luz de las cuales orienta, reorienta y evalúa permanentemente
su actividad y se hace responsable de sus actos” (MEN, pág. 41). Y, por esto
mismo anda, propende y existe la filosofía, entre otras cosas.
No
podemos dejar de mencionar la dimensión estética que es tan fundamental en el
ser humano, desde que es ser humano, y desde que ha empezado a pensar el mundo
y su existencia en él; la filosofía con su rigurosidad conceptual ayuda a
estructurar, si se me permite el termino, o comprender, o componer, las
experiencias estéticas sobre el mundo, es decir, las “experiencias con sentido,
porque la percepción sensible del mundo modifica permanentemente la concepción
que tenemos de él, dinamiza el pensamiento creativo y motiva a la acción
selectiva sobre la vida misma” (MEN, pág. 51); por eso mismo, no se puede
separar la filosofía de la experiencia estética, puesto que, es la filosofía la
que permite pensar y dar existencia, consistencia a la experiencia estética que
constituye, da sentido de mundo. Es pues la dimensión estética la que de una u
otra manera pone a valer los demás dimensiones pues es con la dimensión
estética con la que también nos hacemos en el mundo en tanto que nos percibamos
como una experiencia particular, por qué no de uno u otra forma nos creemos,
fundemos y creamos como obra de arte.
No
se puede pensar en una educación sin un mínimo de lineamientos, es este trabajo
se muestra o trata de mostrar, lo que de manera general se debe tener en cuenta
a la hora de hacer educación dentro de las aulas, es necesario conocer, acceder
a estas guías de acciones pedagógicas, para poder tender a alcanzar los logros
señalados por la nación, sin perder la visión crítica de los mismos. La
filosofía debe siempre repensar estos conceptos, revalorarlos y reformularlos
para que la educación también progrese en igualdad de condiciones al contexto
en el que se presenta, pues no se puede pensar en una escuela que enseñe un
país del pasado en el presente, y que la nación piense en un futuro sin una
escuela para el futuro.
2. Para
tratar de aproximarnos a las posibles respuestas o soluciones de la segunda
pregunta ¿Cuál es la realidad de la enseñanza de la filosofía en la escuela
secundaria?, partiré de mostrar un hacer particular, mas, nunca universal, no
todos los maestros de filosofía hacen lo mismo al tratar de enseñar filosofía o
filosofar, este esbozo, es más a partir de experiencias propias como aprendiz,
como docente de filosofía y como par de otros colegas.
La
escuela, por su azar y devenir, sus tiempos y sus espacios, no permite que se
visibilice con claridad, el proceso de enseñanza de la filosofía, ni el cómo se
está desarrollando la educación desde los lineamientos curriculares. La escuela
es un espacio de constante tensión entre muchas cosas a la vez, por ejemplo:
los saberes extraescolares y los escolares, los valores de una sociedad y los
principios de una escuela, los planes de estudio y las necesidades sociales,
etc. Esto limita el radio o campo de acción e influencia pedagógica; y de reacción
(aprendizaje), que se da en el estudiante.
Uno
de los problemas de la escuela es por ejemplo que “la mayor dificultad para los
maestros es que la cultura de la lectura y la escritura ha decaído
tremendamente” (Delgado, 2016, pág. 159), ello impide que se pueda promover un
pensamiento cuestionante, crítico y filosófico. Sin recursos se hace nada. Es
decir con las palabras se piensa y si no adquiero lenguaje, minimizo así mi
pensamiento y comprensión del mundo. Por ello la primera misión del maestro es
leer, para ser ejemplo lector, y así, promover la práctica lectora.
Se
pueden presentar a grandes rasgos dos formas o modos de llevar a cabo la
enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria: “una es motivarlos a la
filosofía sin hacerlos leer filosofía. Entonces a través de una película o de
la búsqueda de dilemas morales, de pensar en hechos políticos, se pretende
suscitar pensamiento” (Delgado, 2016, pág. 160), se piensa en desarrollar las
capacidades del pensamiento por medio de cuestiones diarias y así fomentar
principios y valores universales. Promovemos el pensamiento crítico para
analizar películas, para sintetizar en argumentos las acciones sociales, pero por
los azares y el devenir de la escuela, el aula, el reloj, el timbre, se
dificulta la interiorización, para la apropiación y práctica, en acciones
concretas de la vida de cada estudiante. Los maestros en estos casos, “se esfuerzan
para que no se conviertan en el lugar del aburrimiento, se desdibuja la
filosofía como disciplina” (Delgado, 2016, pág. 160), no se
debe convertir en un cine club la
clase de filosofía, ni en una sesión de debates de opiniones y perspectivas sin
principios ni fundamentos racionales o sin principios.
No
se puede perder la rigurosidad, la exigencia y la claridad del razonamiento
lógico desde conceptos, “la filosofía es una disciplina que requiere ciertas
disposiciones que es preciso aprender con cierto orden” (Delgado, 2016, pág.
160), algo así como dudar, para preguntar, y así criticar (analizar-sintetizar)
para responder, explicar o comprender y dar significación y sentido, en el orden
de lo viable.
Por
el otro lado están los maestros que prefieren “seguir programas muy rígidos
orientados a las preguntas y a las competencias que van a evaluarse en el
Icfes” (Delgado, 2016, pág. 160), aplicando al píe de la letra de los
lineamientos, queriendo alcanzar a toda costa los logros predispuestos, sin
contar con el contacto docente-discente, llevando y llegando a la frialdad
total de la filosofía, que es puro fuego vivo de pasión por el pensar; se torna
una materia desconectada de la vida, puesto que “no hay un modelo para lograr
que los jóvenes descubran la pasión de la curiosidad y se contagien de tal
manera que puedan gozar la experiencia filosófica” (Delgado, 2016, pág. 160),
la conciencia de sí mismo es lo que
permite gozar la experiencia filosófica o estético-filosófica, pues sin ella la
vida sería un pasar de canal en canal sin ejercer
el observar, sin deleitar la sensación, incidir en la emoción y así poner a
repensar el ser de sí mismo, del mundo y de su inevitable relación.
La
enseñanza de filosofía en la escuela, es un resumen muy mínimo y básico de la
historia del pensamiento filosófico, y en algunos casos del pensamiento del
filósofo. Pues una cosa es enseñar un breve esquema sobre la filosofía de
Platón, que tratar directamente el Laques
de Platón, para extraer de allí mismo su filosofía. Lo que se hace en el aula
es una línea de tiempo en la cual se va colocando, lo que el maestro considera
es, lo que debería aprender un estudiante de secundaria, más no qué problemas
actuales debería pensar de la mano de la filosofía. Se enseña Sócrates pero no a pensar el
problema del respeto a las leyes. Se enseña Platón pero no se enseña a pensar
dialógicamente, se enseña Aristóteles pero no a pensar con silogismos, se
enseña Edad Media pero no a pensar su relación
con Dios, se enseña Renacimiento pero no a valorar al pensamiento clásico, se
enseña Modernidad pero no a dudar ni a pensar por sí mismo, se enseña irracionalismo pero no a pensar el
mundo desde otra manera o sentir desde otras experiencias, como la estética, y
a partir de ella reflexionar filosóficamente. Se enseña escuela de Frankfurt
pero no a pensar la sociedad actual y sus necesidades. Aún la escuela
tradicional es evidente en el aula de filosofía, por ello muchas veces su
anquilosamiento.
Enseñamos
definiciones de conceptos como virtud desde Sócrates, felicidad desde Platón,
experiencia desde Aristóteles, atributos desde Santo Tomas, duda desde
Descartes, entre otros tantos más, pero no enseñamos a usarlos en los discursos
y argumentos diarios que permiten comprender el mundo, más que explicarle. Discursos
que se convierten en constituyentes del ser sí mismo. Por ello la segunda
misión del maestro es permitir que el estudiante aprenda a argumentarse, a
decirse, a expresarse, a pensarse en voz alta, para entenderse y hacerse en pro
de la relación inevitable con el mundo.
Como
docentes de filosofía, exigimos coherencia en los argumentos pero pocas veces
coherencia con los comportamientos (portar y vestir el uniforme de manera
pulcra, por ejemplo). Enseñamos a pensar pero olvidamos el actuar. El maestro
de filosofía no enseña solo conceptos, sino, queriendo o sin querer, enseña actitudes
frente al mundo, no debería enseñar cosas para pensar sino los cómo pensar. Muestra la necesidad de
hallarse en el mundo para responder según las condiciones particulares de cada
uno.
Un
problema más, es que aunque no cambie el contenido de la filosofía, el problema
es que no cambie la forma de enseñar filosofía. Está bien que los lineamientos
ministeriales permitan configurar una identidad general, pero está claro que el
maestro de filosofía debe pensar desde lo universal, las cosas particulares de
sus instituciones, de su enseñanza dentro del aula y de cómo enseña filosofía,
si como historia, si como forma de ver el mundo, o como las dos. Una historia
del pensamiento que me permite comprender desde mi propio pensar lo que es el
mundo actual y así la actualidad de la filosofía misma.
Las sesiones de filosofía se reducen
a copiar un título, que muchas veces ni es llamativo, dice nada a la vida del
estudiante, seguido de un objetivo en el mejor de los casos acompañado de un
hilo conductor o pregunta guía. Viene la explicación del maestro, o la guía
introductoria, una lectura corta, a veces directa del filósofo estudiado de la
época, y después un esquema en el cuaderno, un mapa conceptual, unas preguntas,
la tarea, el ejercicio o la evaluación, y ya. Pocas veces el vídeo, la imagen o
la situación problema. Y muchas veces por las mismas condiciones de la
institución.
Pocas veces se usa la mayéutica en
vivo y en directo, pocas veces se genera un espacio dialógico, y menos las
mesas redondas o estrategias generales de aula. Muchas veces los mismos
maestros de filosofía desconocemos los métodos de hacer la enseñanza de la
filosofía. Y creemos que con dudar y cuestionar y que con decirle eso el
estudiante ya estamos enseñando filosofía. Claro está que estas dos condiciones
son fundamentales para el ejercicio de la filosofía pero no son el fin. En
tanto que dudar y cuestionar se hacen con el fin de mejorar, o por lo menos
llegar a comprender. Y si adquirimos una forma didáctica de hacer filosofía en
el aula por ejemplo: sin cuadernos o textos; podemos cometer el error de pensar
que es la panacea y la mesiánica solución a los problemas del mundo. Por
consiguiente si somos filósofos debemos dudar de todo método y tratar de
trascenderlo para responder a otras necesidades que se encuentran dentro de la
misma aula pero fuera del modelo.
Los recursos didácticos son pocas
veces usados, por pensar que los elementos de esta índole dispersan la razón y
se pierde la exigencia del pensar y razonar filosóficos. Está en la capacidad
del maestro no perder la integridad y dignidad de la filosofía, su rigurosidad
y finalidad. Pues no se propone una película para pasar el tiempo sino para
pensar en el tiempo, y lo que se debe hacer con él, social, cultural y éticamente,
mientras se vive.
Las condiciones laborales, los
ambientes, los compañeros, los estudiantes, las directivas, las ordenes, las
fechas de notas, las fechas de entrega de informes, los problemas de
convivencia, turno de vigilancia, muchas veces desgastan al maestro de
filosofía. Pero es inevitable que debe formarse para esto y muchas cosas más,
como por ejemplo: administrar o brindar orden dentro de un comedor, mientras
los estudiantes almuerzan.
La filosofía en la escuela
secundaria se encuentra agonizando, tanto así que existen rumores de eliminarla
de la educación secundaria. Es misión de los maestros de filosofía salvarla, darle
el nivel con el que nació, que siempre ha debido tener, el de esperanza, pues
en todas las crisis es la filosofía la que es llamada a pensar y a actuar para
poder avanzar. Por más desgastada que pueda estar la onceava tesis marxiana
contra Feuerbach es más válida hoy que nunca. Y esa transformación parte desde
las sesiones de filosofía dentro del aula. Transformaciones de las que se
tratarán en el siguiente apartado.
3.
¿Cuál es la (el deber) finalidad o finalidades de la enseñanza de la filosofía
en la escuela secundaria? Casi nada
nos atañe en este último apartado, puesto que, si no existen los fines, ¿para
qué los medios? Si la filosofía no tuviera fines, así sean, ideales [que de por
sí los son], no puede, ni debe, seguir viviendo. No se habla, entonces, de
fines teleológicos, ni trascendentales, sino, de prácticas por realizar en el
presente. Los ideales parten de querer ser ya, puesto que, “hay que rescatar la
idea de abrir espacios de conversación para pensar en lo que nos convoca a
todos: el presente” (Delgado, 2016, pág. 163).
La filosofía es para el siglo XXI,
la esperanza del mundo. En tanto que es la encargada por naturaleza de
aguijonear, como el tábano, al mismo mundo y al sujeto en sí mismo, es decir
que “la filosofía debe abrir perspectivas” (Delgado, 2016, pág. 163), para
poder buscar las brechas por donde
ejercer las acciones, pensadas desde la conciencia
para ser-en-el-mundo. El maestro de filosofía debe educar para que “nada de lo
humano nos resulte ajeno” (Delgado, 2016, pág. 163). Su papel en la escuela no
es cumplir un horario laboral, sino, gozar el cuestionar a los estudiantes para
que valoren el aprender y lo que aprehenden.
El maestro de filosofía desde el
principio debe ser consciente de que “no puede pensar [la filosofía] que
masivamente va a ser fascinante” (Delgado, 2016, pág. 164), lo que debe es no
perder la esperanza, que todos por ser seres humanos tenemos una dignidad y una
necesidad de ser en el mundo, así no sea desde de la filosofía. Es misión del
maestro (tercera) ser como una especie de “espíritu que ha de impregnar toda la
cultura escolar” (Delgado, 2016, pág. 165), es decir, el maestro debe poner en
tención la cultura escolar, y así, trascender el aula de filosofía, para
ejercer las trasformaciones necesarias, según el contexto de la escuela.
El maestro de filosofía -todo
maestro- tiene como tarea fundamental, “ayudar, dar a los demás, colaborar a
que muchas personas vieran más, sintieran más, pensaran más; en fin, que fueran
cada vez mejores seres humanos” (Ramírez, 2016, pág. 173), la filosofía debe
repensar a la humanidad en constante cambio, por ello la filosofía debe ir
cambiando, pero sin perder su ser mismo, es decir debe ser flexible para abrir
perspectivas, pero rigurosa para razonarlas. Debe enseñar que se puede pensar
de muchas maneras pero que una sola
corresponde a hacer filosofía, “los profesores tenemos y debemos estar mucho
más comprometidos con el diálogo de saberes y con el diálogo de las artes, y
diría también con el diálogo entre saberes académicos y no académicos”
(Ramírez, 2016, pág. 185). Debe ser quien pueda pensar, repensar y tensionar
todos los ámbitos de la sociedad misma, puesto que para ella está más que
enseñando, formando.
Retomando un poco la importancia de
la lectura y la escritura, se quiere hacer un énfasis profundo, debido a que
sin la escritura no hubiéramos podido leer a los filósofos, y por ello no se
puede pensar una lectura sin una escritura y una escritura sin una lectura,
pues lo que leo alguna vez se escribió y lo que escribo se lee o leerá, pues,
para ello se debe escribir, luego, “la lectura y la escritura son dos momentos
inseparables del proceso de producción y circulación del conocimiento […]; no
podemos hablar de una sin referirnos a la otra, así sea implícitamente” (Blandón.
2016, pág. 209), el filósofo sabe que no sólo se leen letras y no sólo se
escribe con letras, entendida la escritura como una expresión, pues la pintura
plasma sin letras, también expresa.
Lo anterior es con el fin de hacer
un llamado a fortalecer las capacidades, habilidades y destrezas para aprender,
asimilar y pensar desde la filosofía. Se van dando ampliaciones en el
pensamiento del estudiante. Y estas ampliaciones empiezan a funcionar de forma
simultánea. Es decir, se empieza por leer y escribir, para empezar a tener de
qué dudar, de esta duda se pasa a una pregunta, es decir, se amplia, se
extiende, de la duda al cuestionamiento pero siguen funcionando en
simultaneidad, en concomitancia. Ahora, del pensamiento cuestinante (responde a
la pregunta ¿qué es?) se pasa al pensamiento crítico (responde al ¿cómo es?),
este refiere a la necesidad de definir y caracterizar aquello por lo que se
cuestiona. Así, se amplía del pensamiento cuestionante al pensamiento crítico,
y, siguen siendo simultáneos. Posteriormente pasamos al pensamiento filosófico
(responde a la pregunta ¿para qué?) que brinda el sentido. Ampliamos del
pensamiento crítico al pensamiento filosófico y se presentan en simultaneidad.
Es decir, no se ha perdido la duda, ni la pregunta, ni la crítica en el
pensamiento filosófico, se presentan de manera simultánea, sincrónica, puesto
que, en el recorrido también debo ir dudando para no dar todo por auténtico y
nada por desoculto.
Todo ello para poder saber qué
hacemos en el mundo en este tiempo y en este espacio. La filosofía debe abrir
las mil posibilidades de ser en ese mismo espacio y tiempo, pero sólo la razón
y la pasión determinarán el ser, la conciencia
y el ejercer. Que lo que se decida
ser en el mundo se decida por sí mismo y sin olvidar al otro.
Los maestros de filosofía debemos
ser tercos, sordos, y a veces hasta mudos. Recordemos el mito de la caverna de
Platón, somos filósofos que hemos salido de la caverna (pretensiosamente) y
vuelto a ella por el deber moral, y a través de nuestra pedagogía tratamos de
sacar de la caverna a los estudiantes de secundaria. El filósofo debe ser el
que tensione las practicas pedagógicas con sus constantes preguntas y sus
diferentes prácticas, debe romper la cotidianidad de la rutina y volver
cotidianidad el romper lo rutinario. El filósofo debe alzar los hombros y
sacarle la lengua a los lineamientos que estén por fuera del contexto de la
escuela, aunque sin olvidar la identidad nacional y mundial, ya no se forma,
hoy en el siglo XXI, el ciudadano para la polis
sino al cosmopolita para el mundo. No se puede enseñar a valorar una sola
cultura, sino, las culturas. La filosofía es amor primero y después sabiduría,
es pasión por saber. Se vive en la pasión por la sabiduría, siempre ella
evadida de los que la buscamos.
No podemos lamentarnos de lo que es
la filosofía en la escuela secundaria, sino proyectarnos, ya que, con la
filosofía sí que se puede hacer humanidad. Es ella, la filosofía la esperanza
de la humanidad. La humanidad no es la misma de hace 1.000 o 2.000 años, al
igual que la filosofía. Por ello la filosofía debe tomar toda su experticia y
pensar el presente para hacer, más fácil de paso, el futuro. Debemos pensar los
mismos conceptos, ya que, ellos son los que van a su vez cambiando, para poder
reinterpretar, repensar, y reflexionar la humanidad. Aunque no podamos cambiar
el mundo desde el aula, sí que podemos por lo menos intentarlo.
Debemos enseñar a leer, a escribir,
a dudar, a pensar, a razonar, a filosofar, a expresarnos, a pensarnos y a sentirnos
en el mundo, el maestro de filosofía está llamado a múltiples funciones y
misiones, es el que piensa y anhela utopías y quimeras, para que lo efímero de
la vida, sea para que tengamos sentido de estar situados en el mundo en un ya y un acá, ineludibles. Pero no por
ello condenables, sino más bien proyectuales.
Debemos enseñar a dudar, a repensar
la duda, o preguntar y a reformular la pregunta, debemos enseñar conceptos y su
origen en la historia, pero más que eso, debemos enseñar a darles valor,
sentido, para que puedan ser reales en los razonamientos de cada estudiante, se
debe enseñar a debatir, a argumentar, a expresar, pero por encima de ello a
convivir, a respetar la leyes, a aprender a escuchar y hablar con el otro, a reflexionar
lógicamente, a pensarse en relación con Dios mismo, a saber que puede decir no o sí
por sí mismo, que asuma sus consecuencias de manera responsable. Que sea
coherente con las necesidades y exigencias del mundo social, cultural,
político, ético y estético. Que valore a su familia, que respete a su mayores,
que busque la felicidad de sí mismo desde una perspectiva colectivista, que
alimente su alma y su espíritu, que piense y crea que sus acciones pueden
mantener la esperanza del valor y la dignidad de la vida. Que piense en ayudar
al mundo, al prójimo, al vecino, que recuerde que somos pasajeros del mundo y
que la vida es una abrir y cerrar de ojos, que es un baile muchas veces sin
pareja, que es un ir y venir de suertes no buscadas, que se pierde también la
esencia de la vida, pero que si se tiene esperanza, la filosofía sigue viva,
pues reflexionar los actos es pensar filosóficamente siempre y cuando se busque
la manera de remediar las injusticias y mantener el bien.
Los maestros de filosofía debemos
ser conscientes siempre que no enseñamos una materia sino una forma de vida, de
asumir el mundo, de romper los límites de lo real, de tener una actitud y un
criterio autentico.
La filosofía debe ser la más
soñadora de todas las disciplinas, pues se propone lo que ninguna otra, abarcar
la totalidad de lo real, ser lo absoluto de lo existente. Cosa que nunca se va
a dar, pues lo total o absoluto no se puede totalizar o absolutizar, aunque
sean siempre las pretensiones y el motor mismo de la filosofía.
El reflexionar la vida, el indagar
sobre los últimos sustentos del sin sustento de la existencia. Encontrar la nada misma y convertirla en la catapulta
para des-ocultar lo oculto del ser y encontrar el ser en sí mismo para poder ejercer el ser sí mismos, a partir de la
conciencia de sí, en sí y para sí.
Enseñar filosofía debe ser pues un
gusto, un privilegio, un placer, una honra, pues todos desean saber pero pocos
enseñar, y más aún la filosofía misma, de una mano de la historia del
pensamiento y de la otra mano del pensamiento sobre el presente y lo posible,
desde el aula misma de la secundaria de una escuela cualquiera con pretensiones
gigantescas, es así el aula el centro de comando para la trasformación de ser
en el mundo y del mundo.
A defender la filosofía con la misma
filosofía, ella se basta a sí misma, y es sustento de sí, requiere sólo mirar
por dentro y encontrar la fisura, el resquicio, la grieta por donde, se puede
escapar hasta de sí misma, pero nunca fuera de sí misma, para repensarse de otra
manera, por ejemplo, lo poesía me permite decir lo impensado desde la
filosofía, y por ello ponerla a pensar y repensar lo mismo, pero de diferente
modo, y así, desocultor lo oculto que antes no pensaba evidente. Debe pensarse
la filosofía a sí misma, sin sustento, para ratificar su ser ontológico, lógico
y real; para revalidar su esencia y trascendencia, así como su necesidad como
forma de pensamiento, y, como forma de vida.
La realidad humana (que) recibe
originariamente su lugar en medio de las cosas; la realidad humana es aquello
por lo cual algo así como un sitio viene a las cosas. Sin realidad humana, no
habría espacio ni sitio; y, sin embargo, esta realidad humana por la cual el
emplazamiento viene a las cosas, recibe su sitio entre las cosas sin que eso
esté en su mano en modo alguno […] mostrará la relación exacta entre libertad y
facticidad.
(Jean-Paul
Sartre, El ser y la nada, págs. 515-516)