lunes, 27 de noviembre de 2017

Enseñar filosofía en el siglo XXI

Enseñar filosofía en el siglo XXI
Una apología a la filosofía en la escuela secundaria
Para Ángela Calvo, enseñar filosofía  tiene que ver
con la pasión por las idea, pero también
por la pasión por el encuentro con el otro.
(Delgado, 2016, pág. 143)

Resumen: En este trabajo se presenta en tres partes; muestra una perspectiva de la filosofía, tanto como materia como forma de vida. La escritura y la lectura son claves para poder alcanzar las pretensiones de la filosofía. Para que a partir de estas competencias se pase a dudar, cuestionar, criticar y filosofar, para poder entender el sitio que le corresponde en el mundo, adquirir la conciencia de sí y la capacidad de ejercer lo que su razón designe. Se plantean tres preguntas que más que querer responder, son para tratar de poner en tensión la labor del maestro de filosofía para poder pensar y repensar cuál es la misión del maestro de filosofía en la escuela secundaria. Las aproximaciones a las posibles respuestas se da más como un abre bocas para reflexionar con más profundidad, la pertinencia de estas preguntas en pleno siglo XXI. Por ello se habla de lineamientos para los indicadores de logros como medio para la identidad nacional; se habla desde la experiencia lo que se da en el aula de filosofía (aunque no de modo general), y se finaliza con una propuesta pretensiosa de entender la filosofía como la esperanza del mundo, y, de cada estudiante.

Palabras clave: Conciencia, ejercer, lectura, escritura, dudar, filosofía.

            El siguiente texto esta cimentado sobre tres preguntas: 1. ¿De qué tratan los lineamientos de la enseñanza, según el Ministerio de Educación Nacional (MEN)? 2. ¿Cuál es la realidad (desde una experiencia particular y no un hecho general) de la enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria? Y 3. ¿Cuál es la (el deber) finalidad o finalidades de la enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria?
Trataré, en la medida de lo posible, aproximar a la respuesta o dar ciertas luces para poder, más que responder a estas tres preguntas, -que debería responder todo maestro de filosofía- a problematizar, poner en tención y repensar así la profesión, la práctica y el arte del maestro de filosofía en la escuela secundaria.
1. Para empezar a analizar, en el sentido de descomponer, la primera pregunta: ¿De qué tratan los lineamientos de la enseñanza, según el MEN? Nos apoyaremos en lo que manifiesta MEN en sentido de Indicadores de logros, para poner sobre el papel, lo que se supone, que versa la enseñanza, por ello se hacen necesarios los lineamientos para las acciones o prácticas pedagógicas que busquen y den ciertos resultados, pensados y exigidos desde el MEN, es decir, “los lineamientos pedagógicos y curriculares que el país necesita y el Ministerio de Educación debe ofrecer” (MEN, pág. 1), son los que nos ayudarán a poner en tensión la realidad de la escuela y en espacial la enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria.
            Se parte entonces de una visión global de lo que debe ser y hacer la educación en sí misma, a saber:

Una visión nueva de la educación capaz de hacer realidad las posibilidades intelectuales, espirituales, afectivas, éticas y estéticas de los colombianos, que garantice el progreso de su condición humana, que promueva un nuevo tipo de hombre consciente y capaz de ejercer el derecho al desarrollo justo y equitativo, que interactúe en convivencia con sus semejantes y con el mundo y que participe activamente en la preservación de los recursos. (MEN, pág. 2)


            La conciencia es pues el elemento, la facultad, por el cual la filosofía aun es necesaria, pertinente y relevante. Necesaria para hacer presente la conciencia, pertinente porque sin conciencia no hay humanidad, y relevante porque gracias a ella, la filosofía, la conciencia se auto-critica para auto-constituirse. Además del elemento, la facultad de ejercer, puesto que la conciencia lleva a las acciones, la autonomía del pensamiento lleva, por tanto, a ejercer la libertad.
            Los lineamientos son, pues, las bases para la construcción de currículos de filosofía, pues, estos, “constituyen puntos de apoyo y de orientación general frente al postulado de […] entender el currículo como un conjunto de criterios, planes de estudio, programas, metodologías y procesos que contribuyen a la formación integral” (MEN, pág. 2), se hace así indispensable, un mínimo de congruencia curricular para las instituciones, que guíen los procesos de enseñanza, o más que procesos sus contenidos, pues los procesos sí que dependerían netamente de la práctica pedagógica particular, de cada maestro de filosofía en la escuela secundaria, dentro de su aula. Como si se nos entregara un mapa pero cada uno decidiera el recorrido, y en ese recorrido (las clases, o más que las típicas clases, las sesiones de filosofía, los encuentros dialógicos) gestionar ambientes para “crear un vínculo de confianza y suscitar la curiosidad por la filosofía en los estudiantes” (Delgado, 2016, pág. 155).
            Estos lineamientos son a su vez cuestionables, criticables y modificables. Cuestionables, porque siempre deben estar en un constante análisis para que se permita la ratificación de su estructura. Criticable, porque si el cuestionamiento genera problemas irresueltos, se debe pasar a la crítica entendida como: los alcances y posibilidades del mismo, a partir de una evaluación o examen para buscar y mostrar las posibles soluciones, así, ampliar a la modificabilidad, para mejorar los estructura curricular de la enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria, modificaciones que a su vez dependen de un contexto nacional (como lineamientos del MEN) y un contexto institucional (como sus objetivos más particulares).
            Es importante dar claridad a “los procesos educativos [que] son afectados por lo que sucede en el país” (MEN, pág. 5), puesto que, el contexto no es ajeno a lo que sucede en la escuela, ni la escuela es ajena a lo que sucede en el contexto. Así, los “cambios nacionales en función de un proyecto de país determinado por la Constitución Política” (MEN, pág. 5), que busque los caminos y los medios para alcanzar la acciones y actitudes para la paz, y por consiguiente, una plena armonía social.
La “búsqueda de respuestas a los desafíos de la Modernidad, la ciencia, la tecnología y las demandas del desarrollo humano integral” (MEN, pág. 5), que no se contente con aprender y comprender lo que sucede en el mundo, sino que, a su vez genere progreso en los ámbitos mencionados; ya que, en la “atención a la necesidad de mejorar la calidad de vida, de conseguir mayor justicia y equidad y de hacer posible la participación ciudadana y la convivencia pacífica” (MEN, pág. 5), se enfocan todos las fuerzas pedagógicas, que a su vez buscan mantener los “esfuerzos por mejorar la economía nacional y hacerla competitiva internacionalmente” (MEN, pág. 5), entonces así la escuela y la enseñanza de la filosofía no sólo se debe preocupar por enseñar a partir de los lineamientos, sino, de la realidad misma (MEN, pág. 5) para “despertar un espíritu democrático, de participación y de solución civilizada de los conflictos a pesar de muchas dificultades” (MEN, pág. 5).
No se erradicará el conflicto con la enseñanza de la filosofía en la educación secundaria, pero sí que se mejorará la forma y calidad en que se reflexiona la prevención y solución de los mismos, tendiendo a una “valoración creciente de la diversidad étnica, cultural y ecológica como patrimonio y fuentes de riqueza” (MEN, pág. 5), para que reconozcamos la necesidad de realizar nuevas prácticas sociales y culturales a partir de la adquisición de conciencia frente al papel que tenemos en el mundo y la necesidad de ejercer la libertad en pro del mismo.
            Este concepto de contexto o de contextualización es innegablemente importante luego, permite clasificar ámbitos, en este caso de la educación, en los siguientes: sociopolítico y económico, educativo y lo cultural, gestión pedagógica de la institución, curricular, evaluativo, con ello buscando siempre que,

La decisión de introducir los indicadores como un nuevo instrumento en la cultura escolar debe ir acompañada de medidas tendientes a facilitar todos los medios y condiciones necesarios para que haya una gran claridad sobre lo que se hace y se busca. Se requiere, por ejemplo, amplia difusión y discusión de las propuestas, producción y distribución masiva de materiales de apoyo, todo dentro de una búsqueda permanente de mejores procedimientos pedagógicos. De lo contrario puede suceder que se consideren los indicadores como algo añadido y que en la práctica no haya cambios sino que se haga más de lo mismo que se venía haciendo en programación, desarrollo y evaluación. (MEN, pág. 9)

Un indicador es algo que señala y puede mostrar lo que se ha logrado, el logro así es como el punto dónde llegar, y este entendido como Mandato Constitucional, que es en ultimas la identidad, es decir, “los logros e indicadores de logros nacionales tienen como base un propósito claro de búsqueda de identidad cultural nacional (MEN, pág. 12); y en este caso se hablaría de la multitud de formas que existe respecto de la identidad nacional. Además que “la identidad cultural y educativa se forma por los procesos sociales” (MEN, pág. 12), por ello mismo la necesidad de ir modificando nuestras propias identidades nacionales de violencia y guerra hacia la paz y armonía. Ello a partir de “tomar conciencia de que como país poseemos una [varias] identidad[es] que puede[n] ser mantenida[s], modificada[s] o cambiada[s] a través de procesos sociales” (MEN, pág. 12).  
Por ello la importancia de la reflexión filosófica que permita prever las necesidades, las crisis, las debilidades y poder ejercer a tiempo las precauciones o reparaciones pertinentes para mantener una sociedad en igualdad de progreso (entendida aquí como mantener un mínimo de condiciones para la prosperidad social –aunque puede ser más profunda la cuestión, se abarcaría en otro trabajo-), sin olvidar que “los procesos educativos son parte de esos procesos sociales” (MEN, pág. 12), y que por ello el maestro de filosofía puede ejercer, desde las sesiones, dentro de sus aulas, las prácticas sociales que busquen la igualdad de progreso.
Estos indicadores permiten pues planificar un currículo que permita los caminos pertinentes para cada institución, para  alcanzar los logros propuestos por la nación; se busca, entre otras cosas, el desarrollo humano (pero decimos que para ello primero debe haber una igualdad de progreso). La escuela no es el único espacio donde el estudiante es humano, o aprende a ser una persona con valores humanos, pues la humanidad es una práctica de valores frente el otro ser humano. La humanidad no es sólo papel de la escuela, pero sí que debe ser quien piense la humanidad como problema y la educación como solución; desde la casa nos hacen seres humanos al imbuirnos de valores y principios, que se ponen en juego dentro de la escuela y en la calle, después la escuela los valida o los modifica para su inserción, encajamiento y articulación socio-cultural.
Lo que es de señalar como relevante dentro de los lineamientos es que permiten pensar a la humanidad como una finalidad (como quería Kant), ya que, propone entre otras cosas principios y fundamentos para analizar a la persona como un ser incorporado, es decir dentro de un sistema social determinado, natural. Que nos lleva a entender al ser humano como un ser singular, no universal, abierto al mundo, a los demás, adquiriendo siempre un grado de responsabilidad; es además un ser activo, creativo, lúdico y por ello la dificultad de poder ejercer un convencimiento final sobre lo que es el ser humano, así, la finalidad de toda la humanidad. Lo que sí es claro es que dicha finalidad debe siempre tender hacia la igualdad de progreso, o según el MEN hacia el desarrollo humano.
Una de las dimensiones humanas es la cognitiva; y, por pensar desde la filosofía es indispensable detenernos, reflexionar, sobre cómo el ser humano conoce, más que centrarse en las múltiples teorías, debe centrarse en las múltiples formas de generar cognición. Por ejemplo: “si conociéramos más acerca de la interacción de las mentes en la escuela, seríamos más cuidadosos a la hora de enseñar” (MEN, pág. 31). Los maestros olvidamos el mundo cuando estamos en el aula, creemos que todos aprenden tal cual lo que decimos.
Todas las dimensiones humanas van caminando juntas, la dimensión corporal es indispensable para adquirir conocimientos, es decir, algo así como, sin cerebro no conozco; la dimensión cognoscitiva va de la mano de la dimensión del lenguaje y su significación. Los procesos del pensamiento son a su vez procesos del lenguaje, por esto la filosofía es fundamental, para poder clarificar las polivalencias de los múltiples conceptos, con los que se explica y se trata de comprender el mundo. Ello desemboca en la dimensión comunicativa y esta en la dimensión ética. La filosofía está más vigente que nunca pues es ella la que permite la conciencia y el ejercer de dichas dimensiones, por parte del ser humano en pro de su desarrollo, como ser humano; siempre dentro de mantener las condiciones de igualdad de progreso. Entonces el sentido de la educación es que “el hombre se ubique [sitúe] para proponerse una acción intencional racional sobre el mundo, es decir, para proponerse unas finalidades, a la luz de las cuales orienta, reorienta y evalúa permanentemente su actividad y se hace responsable de sus actos” (MEN, pág. 41). Y, por esto mismo anda, propende y existe la filosofía, entre otras cosas.
No podemos dejar de mencionar la dimensión estética que es tan fundamental en el ser humano, desde que es ser humano, y desde que ha empezado a pensar el mundo y su existencia en él; la filosofía con su rigurosidad conceptual ayuda a estructurar, si se me permite el termino, o comprender, o componer, las experiencias estéticas sobre el mundo, es decir, las “experiencias con sentido, porque la percepción sensible del mundo modifica permanentemente la concepción que tenemos de él, dinamiza el pensamiento creativo y motiva a la acción selectiva sobre la vida misma” (MEN, pág. 51); por eso mismo, no se puede separar la filosofía de la experiencia estética, puesto que, es la filosofía la que permite pensar y dar existencia, consistencia a la experiencia estética que constituye, da sentido de mundo. Es pues la dimensión estética la que de una u otra manera pone a valer los demás dimensiones pues es con la dimensión estética con la que también nos hacemos en el mundo en tanto que nos percibamos como una experiencia particular, por qué no de uno u otra forma nos creemos, fundemos y creamos como obra de arte.
No se puede pensar en una educación sin un mínimo de lineamientos, es este trabajo se muestra o trata de mostrar, lo que de manera general se debe tener en cuenta a la hora de hacer educación dentro de las aulas, es necesario conocer, acceder a estas guías de acciones pedagógicas, para poder tender a alcanzar los logros señalados por la nación, sin perder la visión crítica de los mismos. La filosofía debe siempre repensar estos conceptos, revalorarlos y reformularlos para que la educación también progrese en igualdad de condiciones al contexto en el que se presenta, pues no se puede pensar en una escuela que enseñe un país del pasado en el presente, y que la nación piense en un futuro sin una escuela para el futuro.

2. Para tratar de aproximarnos a las posibles respuestas o soluciones de la segunda pregunta ¿Cuál es la realidad de la enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria?, partiré de mostrar un hacer particular, mas, nunca universal, no todos los maestros de filosofía hacen lo mismo al tratar de enseñar filosofía o filosofar, este esbozo, es más a partir de experiencias propias como aprendiz, como docente de filosofía y como par de otros colegas.
La escuela, por su azar y devenir, sus tiempos y sus espacios, no permite que se visibilice con claridad, el proceso de enseñanza de la filosofía, ni el cómo se está desarrollando la educación desde los lineamientos curriculares. La escuela es un espacio de constante tensión entre muchas cosas a la vez, por ejemplo: los saberes extraescolares y los escolares, los valores de una sociedad y los principios de una escuela, los planes de estudio y las necesidades sociales, etc. Esto limita el radio o campo de acción e influencia pedagógica; y de reacción (aprendizaje), que se da en el estudiante.
Uno de los problemas de la escuela es por ejemplo que “la mayor dificultad para los maestros es que la cultura de la lectura y la escritura ha decaído tremendamente” (Delgado, 2016, pág. 159), ello impide que se pueda promover un pensamiento cuestionante, crítico y filosófico. Sin recursos se hace nada. Es decir con las palabras se piensa y si no adquiero lenguaje, minimizo así mi pensamiento y comprensión del mundo. Por ello la primera misión del maestro es leer, para ser ejemplo lector, y así, promover la práctica lectora.
Se pueden presentar a grandes rasgos dos formas o modos de llevar a cabo la enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria: “una es motivarlos a la filosofía sin hacerlos leer filosofía. Entonces a través de una película o de la búsqueda de dilemas morales, de pensar en hechos políticos, se pretende suscitar pensamiento” (Delgado, 2016, pág. 160), se piensa en desarrollar las capacidades del pensamiento por medio de cuestiones diarias y así fomentar principios y valores universales. Promovemos el pensamiento crítico para analizar películas, para sintetizar en argumentos las acciones sociales, pero por los azares y el devenir de la escuela, el aula, el reloj, el timbre, se dificulta la interiorización, para la apropiación y práctica, en acciones concretas de la vida de cada estudiante.  Los maestros en estos casos, “se esfuerzan para que no se conviertan en el lugar del aburrimiento, se desdibuja la filosofía como disciplina” (Delgado, 2016, pág. 160), no se debe convertir en un cine club la clase de filosofía, ni en una sesión de debates de opiniones y perspectivas sin principios ni fundamentos racionales o sin principios.
No se puede perder la rigurosidad, la exigencia y la claridad del razonamiento lógico desde conceptos, “la filosofía es una disciplina que requiere ciertas disposiciones que es preciso aprender con cierto orden” (Delgado, 2016, pág. 160), algo así como dudar, para preguntar, y así criticar (analizar-sintetizar) para responder, explicar o comprender y dar significación y sentido, en el orden de lo viable.
Por el otro lado están los maestros que prefieren “seguir programas muy rígidos orientados a las preguntas y a las competencias que van a evaluarse en el Icfes” (Delgado, 2016, pág. 160), aplicando al píe de la letra de los lineamientos, queriendo alcanzar a toda costa los logros predispuestos, sin contar con el contacto docente-discente, llevando y llegando a la frialdad total de la filosofía, que es puro fuego vivo de pasión por el pensar; se torna una materia desconectada de la vida, puesto que “no hay un modelo para lograr que los jóvenes descubran la pasión de la curiosidad y se contagien de tal manera que puedan gozar la experiencia filosófica” (Delgado, 2016, pág. 160), la conciencia de sí mismo es lo que permite gozar la experiencia filosófica o estético-filosófica, pues sin ella la vida sería un pasar de canal en canal sin ejercer el observar, sin deleitar la sensación, incidir en la emoción y así poner a repensar el ser de sí mismo, del mundo y de su inevitable relación.
La enseñanza de filosofía en la escuela, es un resumen muy mínimo y básico de la historia del pensamiento filosófico, y en algunos casos del pensamiento del filósofo. Pues una cosa es enseñar un breve esquema sobre la filosofía de Platón, que tratar directamente el Laques de Platón, para extraer de allí mismo su filosofía. Lo que se hace en el aula es una línea de tiempo en la cual se va colocando, lo que el maestro considera es, lo que debería aprender un estudiante de secundaria, más no qué problemas actuales debería pensar de la mano de la filosofía.  Se enseña Sócrates pero no a pensar el problema del respeto a las leyes. Se enseña Platón pero no se enseña a pensar dialógicamente, se enseña Aristóteles pero no a pensar con silogismos, se enseña Edad Media pero no a pensar su relación con Dios, se enseña Renacimiento pero no a valorar al pensamiento clásico, se enseña Modernidad pero no a dudar ni a pensar por sí mismo,  se enseña irracionalismo pero no a pensar el mundo desde otra manera o sentir desde otras experiencias, como la estética, y a partir de ella reflexionar filosóficamente. Se enseña escuela de Frankfurt pero no a pensar la sociedad actual y sus necesidades. Aún la escuela tradicional es evidente en el aula de filosofía, por ello muchas veces su anquilosamiento.
Enseñamos definiciones de conceptos como virtud desde Sócrates, felicidad desde Platón, experiencia desde Aristóteles, atributos desde Santo Tomas, duda desde Descartes, entre otros tantos más, pero no enseñamos a usarlos en los discursos y argumentos diarios que permiten comprender el mundo, más que explicarle. Discursos que se convierten en constituyentes del ser sí mismo. Por ello la segunda misión del maestro es permitir que el estudiante aprenda a argumentarse, a decirse, a expresarse, a pensarse en voz alta, para entenderse y hacerse en pro de la relación inevitable con el mundo.
Como docentes de filosofía, exigimos coherencia en los argumentos pero pocas veces coherencia con los comportamientos (portar y vestir el uniforme de manera pulcra, por ejemplo). Enseñamos a pensar pero olvidamos el actuar. El maestro de filosofía no enseña solo conceptos, sino, queriendo o sin querer, enseña actitudes frente al mundo, no debería enseñar cosas para pensar sino los cómo pensar. Muestra la necesidad de hallarse en el mundo para responder según las condiciones particulares de cada uno.
Un problema más, es que aunque no cambie el contenido de la filosofía, el problema es que no cambie la forma de enseñar filosofía. Está bien que los lineamientos ministeriales permitan configurar una identidad general, pero está claro que el maestro de filosofía debe pensar desde lo universal, las cosas particulares de sus instituciones, de su enseñanza dentro del aula y de cómo enseña filosofía, si como historia, si como forma de ver el mundo, o como las dos. Una historia del pensamiento que me permite comprender desde mi propio pensar lo que es el mundo actual y así la actualidad de la filosofía misma.
            Las sesiones de filosofía se reducen a copiar un título, que muchas veces ni es llamativo, dice nada a la vida del estudiante, seguido de un objetivo en el mejor de los casos acompañado de un hilo conductor o pregunta guía. Viene la explicación del maestro, o la guía introductoria, una lectura corta, a veces directa del filósofo estudiado de la época, y después un esquema en el cuaderno, un mapa conceptual, unas preguntas, la tarea, el ejercicio o la evaluación, y ya. Pocas veces el vídeo, la imagen o la situación problema. Y muchas veces por las mismas condiciones de la institución.
            Pocas veces se usa la mayéutica en vivo y en directo, pocas veces se genera un espacio dialógico, y menos las mesas redondas o estrategias generales de aula. Muchas veces los mismos maestros de filosofía desconocemos los métodos de hacer la enseñanza de la filosofía. Y creemos que con dudar y cuestionar y que con decirle eso el estudiante ya estamos enseñando filosofía. Claro está que estas dos condiciones son fundamentales para el ejercicio de la filosofía pero no son el fin. En tanto que dudar y cuestionar se hacen con el fin de mejorar, o por lo menos llegar a comprender. Y si adquirimos una forma didáctica de hacer filosofía en el aula por ejemplo: sin cuadernos o textos; podemos cometer el error de pensar que es la panacea y la mesiánica solución a los problemas del mundo. Por consiguiente si somos filósofos debemos dudar de todo método y tratar de trascenderlo para responder a otras necesidades que se encuentran dentro de la misma aula pero fuera del modelo.
            Los recursos didácticos son pocas veces usados, por pensar que los elementos de esta índole dispersan la razón y se pierde la exigencia del pensar y razonar filosóficos. Está en la capacidad del maestro no perder la integridad y dignidad de la filosofía, su rigurosidad y finalidad. Pues no se propone una película para pasar el tiempo sino para pensar en el tiempo, y lo que se debe hacer con él, social, cultural y éticamente, mientras se vive.
            Las condiciones laborales, los ambientes, los compañeros, los estudiantes, las directivas, las ordenes, las fechas de notas, las fechas de entrega de informes, los problemas de convivencia, turno de vigilancia, muchas veces desgastan al maestro de filosofía. Pero es inevitable que debe formarse para esto y muchas cosas más, como por ejemplo: administrar o brindar orden dentro de un comedor, mientras los estudiantes almuerzan.
            La filosofía en la escuela secundaria se encuentra agonizando, tanto así que existen rumores de eliminarla de la educación secundaria. Es misión de los maestros de filosofía salvarla, darle el nivel con el que nació, que siempre ha debido tener, el de esperanza, pues en todas las crisis es la filosofía la que es llamada a pensar y a actuar para poder avanzar. Por más desgastada que pueda estar la onceava tesis marxiana contra Feuerbach es más válida hoy que nunca. Y esa transformación parte desde las sesiones de filosofía dentro del aula. Transformaciones de las que se tratarán en el siguiente apartado.
            3. ¿Cuál es la (el deber) finalidad o finalidades de la enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria? Casi nada nos atañe en este último apartado, puesto que, si no existen los fines, ¿para qué los medios? Si la filosofía no tuviera fines, así sean, ideales [que de por sí los son], no puede, ni debe, seguir viviendo. No se habla, entonces, de fines teleológicos, ni trascendentales, sino, de prácticas por realizar en el presente. Los ideales parten de querer ser ya, puesto que, “hay que rescatar la idea de abrir espacios de conversación para pensar en lo que nos convoca a todos: el presente” (Delgado, 2016, pág. 163).
            La filosofía es para el siglo XXI, la esperanza del mundo. En tanto que es la encargada por naturaleza de aguijonear, como el tábano, al mismo mundo y al sujeto en sí mismo, es decir que “la filosofía debe abrir perspectivas” (Delgado, 2016, pág. 163), para poder buscar las brechas por donde ejercer las acciones, pensadas desde la conciencia para ser-en-el-mundo. El maestro de filosofía debe educar para que “nada de lo humano nos resulte ajeno” (Delgado, 2016, pág. 163). Su papel en la escuela no es cumplir un horario laboral, sino, gozar el cuestionar a los estudiantes para que valoren el aprender y lo que aprehenden.
            El maestro de filosofía desde el principio debe ser consciente de que “no puede pensar [la filosofía] que masivamente va a ser fascinante” (Delgado, 2016, pág. 164), lo que debe es no perder la esperanza, que todos por ser seres humanos tenemos una dignidad y una necesidad de ser en el mundo, así no sea desde de la filosofía. Es misión del maestro (tercera) ser como una especie de “espíritu que ha de impregnar toda la cultura escolar” (Delgado, 2016, pág. 165), es decir, el maestro debe poner en tención la cultura escolar, y así, trascender el aula de filosofía, para ejercer las trasformaciones necesarias, según el contexto de la escuela.
            El maestro de filosofía -todo maestro- tiene como tarea fundamental, “ayudar, dar a los demás, colaborar a que muchas personas vieran más, sintieran más, pensaran más; en fin, que fueran cada vez mejores seres humanos” (Ramírez, 2016, pág. 173), la filosofía debe repensar a la humanidad en constante cambio, por ello la filosofía debe ir cambiando, pero sin perder su ser mismo, es decir debe ser flexible para abrir perspectivas, pero rigurosa para razonarlas. Debe enseñar que se puede pensar de muchas maneras pero que una sola corresponde a hacer filosofía, “los profesores tenemos y debemos estar mucho más comprometidos con el diálogo de saberes y con el diálogo de las artes, y diría también con el diálogo entre saberes académicos y no académicos” (Ramírez, 2016, pág. 185). Debe ser quien pueda pensar, repensar y tensionar todos los ámbitos de la sociedad misma, puesto que para ella está más que enseñando, formando.
            Retomando un poco la importancia de la lectura y la escritura, se quiere hacer un énfasis profundo, debido a que sin la escritura no hubiéramos podido leer a los filósofos, y por ello no se puede pensar una lectura sin una escritura y una escritura sin una lectura, pues lo que leo alguna vez se escribió y lo que escribo se lee o leerá, pues, para ello se debe escribir, luego, “la lectura y la escritura son dos momentos inseparables del proceso de producción y circulación del conocimiento […]; no podemos hablar de una sin referirnos a la otra, así sea implícitamente” (Blandón. 2016, pág. 209), el filósofo sabe que no sólo se leen letras y no sólo se escribe con letras, entendida la escritura como una expresión, pues la pintura plasma sin letras, también expresa.
            Lo anterior es con el fin de hacer un llamado a fortalecer las capacidades, habilidades y destrezas para aprender, asimilar y pensar desde la filosofía. Se van dando ampliaciones en el pensamiento del estudiante. Y estas ampliaciones empiezan a funcionar de forma simultánea. Es decir, se empieza por leer y escribir, para empezar a tener de qué dudar, de esta duda se pasa a una pregunta, es decir, se amplia, se extiende, de la duda al cuestionamiento pero siguen funcionando en simultaneidad, en concomitancia. Ahora, del pensamiento cuestinante (responde a la pregunta ¿qué es?) se pasa al pensamiento crítico (responde al ¿cómo es?), este refiere a la necesidad de definir y caracterizar aquello por lo que se cuestiona. Así, se amplía del pensamiento cuestionante al pensamiento crítico, y, siguen siendo simultáneos. Posteriormente pasamos al pensamiento filosófico (responde a la pregunta ¿para qué?) que brinda el sentido. Ampliamos del pensamiento crítico al pensamiento filosófico y se presentan en simultaneidad. Es decir, no se ha perdido la duda, ni la pregunta, ni la crítica en el pensamiento filosófico, se presentan de manera simultánea, sincrónica, puesto que, en el recorrido también debo ir dudando para no dar todo por auténtico y nada por desoculto.
            Todo ello para poder saber qué hacemos en el mundo en este tiempo y en este espacio. La filosofía debe abrir las mil posibilidades de ser en ese mismo espacio y tiempo, pero sólo la razón y la pasión determinarán el ser, la conciencia y el ejercer. Que lo que se decida ser en el mundo se decida por sí mismo y sin olvidar al otro.
            Los maestros de filosofía debemos ser tercos, sordos, y a veces hasta mudos. Recordemos el mito de la caverna de Platón, somos filósofos que hemos salido de la caverna (pretensiosamente) y vuelto a ella por el deber moral, y a través de nuestra pedagogía tratamos de sacar de la caverna a los estudiantes de secundaria. El filósofo debe ser el que tensione las practicas pedagógicas con sus constantes preguntas y sus diferentes prácticas, debe romper la cotidianidad de la rutina y volver cotidianidad el romper lo rutinario. El filósofo debe alzar los hombros y sacarle la lengua a los lineamientos que estén por fuera del contexto de la escuela, aunque sin olvidar la identidad nacional y mundial, ya no se forma, hoy en el siglo XXI, el ciudadano para la polis sino al cosmopolita para el mundo. No se puede enseñar a valorar una sola cultura, sino, las culturas. La filosofía es amor primero y después sabiduría, es pasión por saber. Se vive en la pasión por la sabiduría, siempre ella evadida de los que la buscamos.
            No podemos lamentarnos de lo que es la filosofía en la escuela secundaria, sino proyectarnos, ya que, con la filosofía sí que se puede hacer humanidad. Es ella, la filosofía la esperanza de la humanidad. La humanidad no es la misma de hace 1.000 o 2.000 años, al igual que la filosofía. Por ello la filosofía debe tomar toda su experticia y pensar el presente para hacer, más fácil de paso, el futuro. Debemos pensar los mismos conceptos, ya que, ellos son los que van a su vez cambiando, para poder reinterpretar, repensar, y reflexionar la humanidad. Aunque no podamos cambiar el mundo desde el aula, sí que podemos por lo menos intentarlo.
            Debemos enseñar a leer, a escribir, a dudar, a pensar, a razonar, a filosofar, a expresarnos, a pensarnos y a sentirnos en el mundo, el maestro de filosofía está llamado a múltiples funciones y misiones, es el que piensa y anhela utopías y quimeras, para que lo efímero de la vida, sea para que tengamos sentido de estar situados en el mundo en un ya y un acá, ineludibles. Pero no por ello condenables, sino más bien proyectuales.
            Debemos enseñar a dudar, a repensar la duda, o preguntar y a reformular la pregunta, debemos enseñar conceptos y su origen en la historia, pero más que eso, debemos enseñar a darles valor, sentido, para que puedan ser reales en los razonamientos de cada estudiante, se debe enseñar a debatir, a argumentar, a expresar, pero por encima de ello a convivir, a respetar la leyes, a aprender a escuchar y hablar con el otro, a reflexionar lógicamente, a pensarse en relación con Dios mismo, a saber que puede decir no o por sí mismo, que asuma sus consecuencias de manera responsable. Que sea coherente con las necesidades y exigencias del mundo social, cultural, político, ético y estético. Que valore a su familia, que respete a su mayores, que busque la felicidad de sí mismo desde una perspectiva colectivista, que alimente su alma y su espíritu, que piense y crea que sus acciones pueden mantener la esperanza del valor y la dignidad de la vida. Que piense en ayudar al mundo, al prójimo, al vecino, que recuerde que somos pasajeros del mundo y que la vida es una abrir y cerrar de ojos, que es un baile muchas veces sin pareja, que es un ir y venir de suertes no buscadas, que se pierde también la esencia de la vida, pero que si se tiene esperanza, la filosofía sigue viva, pues reflexionar los actos es pensar filosóficamente siempre y cuando se busque la manera de remediar las injusticias y mantener el bien. 
            Los maestros de filosofía debemos ser conscientes siempre que no enseñamos una materia sino una forma de vida, de asumir el mundo, de romper los límites de lo real, de tener una actitud y un criterio autentico.
            La filosofía debe ser la más soñadora de todas las disciplinas, pues se propone lo que ninguna otra, abarcar la totalidad de lo real, ser lo absoluto de lo existente. Cosa que nunca se va a dar, pues lo total o absoluto no se puede totalizar o absolutizar, aunque sean siempre las pretensiones y el motor mismo de la filosofía.
            El reflexionar la vida, el indagar sobre los últimos sustentos del sin sustento de la existencia. Encontrar la nada misma y convertirla en la catapulta para des-ocultar lo oculto del ser y encontrar el ser en sí mismo para poder ejercer el ser sí mismos, a partir de la conciencia de sí, en sí y para sí.
            Enseñar filosofía debe ser pues un gusto, un privilegio, un placer, una honra, pues todos desean saber pero pocos enseñar, y más aún la filosofía misma, de una mano de la historia del pensamiento y de la otra mano del pensamiento sobre el presente y lo posible, desde el aula misma de la secundaria de una escuela cualquiera con pretensiones gigantescas, es así el aula el centro de comando para la trasformación de ser en el mundo y del mundo.
            A defender la filosofía con la misma filosofía, ella se basta a sí misma, y es sustento de sí, requiere sólo mirar por dentro y encontrar la fisura, el resquicio, la grieta por donde, se puede escapar hasta de sí misma, pero nunca fuera de sí misma, para repensarse de otra manera, por ejemplo, lo poesía me permite decir lo impensado desde la filosofía, y por ello ponerla a pensar y repensar lo mismo, pero de diferente modo, y así, desocultor lo oculto que antes no pensaba evidente. Debe pensarse la filosofía a sí misma, sin sustento, para ratificar su ser ontológico, lógico y real; para revalidar su esencia y trascendencia, así como su necesidad como forma de pensamiento, y, como forma de vida.
La realidad humana (que) recibe originariamente su lugar en medio de las cosas; la realidad humana es aquello por lo cual algo así como un sitio viene a las cosas. Sin realidad humana, no habría espacio ni sitio; y, sin embargo, esta realidad humana por la cual el emplazamiento viene a las cosas, recibe su sitio entre las cosas sin que eso esté en su mano en modo alguno […] mostrará la relación exacta entre libertad y facticidad.
(Jean-Paul Sartre, El ser y la nada, págs. 515-516)
           





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