lunes, 27 de noviembre de 2017

Apología a la filosofía en la escuela secundaria

Apología a la filosofía en la escuela secundaria
Sin filosofía no hay educación
Felicidad no es hacer lo que uno quiere
sino querer lo que uno hace.
(Jean Paul Sartre)

El presente texto pretende, en la medida de lo viable, narrar dos momentos, primero: la necesidad de pensar la filosofía en la escuela, educación media; y como segundo momento presentar una síntesis de lo aprehendido durante las diferentes sesiones. Para finalizar con una breve consideración respecto de la filosofía en la escuela pública.
Pensar la filosofía en la escuela es un problema para una monografía, lo que se quiere señalar en este escrito, es la necesidad de la filosofía entendida como materia, asignatura o área, dentro de la escuela pública. Pues, para qué pensar en metodologías, formas, modos, maneras de enseñar filosofía, si no se piensa la filosofía en la escuela, ya sea historia de la filosofía, o el filosofar mismo, o en muchos casos la mezcla de los dos, es decir, de tratar de filosofar por medio de la problematización de las preguntas de la historia de la filosofía, o, las diferentes respuestas, a las mismas preguntas que configuran en sí mismo a la filosofía, en diferentes momentos de la historia y de la filosofía.
Es la escuela el espacio idóneo para mantener viva la filosofía, entendida como cuatro o seis horas a la semana para lo que se llama la media, es decir, entre décimo y once. Así tres horas a los sumo, para mantener al tábano vivo y perseguir la tan evasiva verdad del ser, de ser, de hacer, de decir, de pensar, de crear, de la sociedad, de  lo que se llama humanidad y las tantas otras cosas universales que busca el espíritu mismo de la filosofía.
En este momento no se quiere criticar si se hace una somera visita a los filósofos de las diferentes épocas de la historia, los que contribuyeron a su devenir, a partir de sus afirmaciones, preguntas, acciones, en sí mismo, modos de vida. O si se hace sólo un ejercicio necesario de pensar el mundo desde las contribuciones de los filósofos sin medir sistemas o cronologías. Lo que se quiere señalar es que este es un espacio digno de la filosofía, y digno de hacerle, funcionar, por decirlo de algún modo, pensando en esas tres horas desde la filosofía, ora la historia, ora el presente, lo importante es mantener la diferencia entre pensar y filosofar, pues todas las asignaturas hacen pensar, pero sólo la filosofía, el filosofar.
Considero que de alguna manera, durante ese espacio de tiempo y de lugar, la consciencia de los estudiantes, toma una cierta medida sobre sí misma, una cierta distancia que no se mide con los convenciones de la ciencia, es decir en un momento para pensar de otra manera, para filosofar, para asombrarse de su ignorancia y lanzarse por su propio impulso a las aguas torrenciales de la filosofía, no como carrera en tanto que todos los estudiantes de once salgan a hacer carrera de filosofía, sino porque se piensen a sí mismos desde los conceptos de la filosofía -ya entendida como la búsqueda de lo absoluto- como aquello que en cierta medida guía la actividad. Y torrencial pues la filosofía aunque haga postulados de felicidad, es todo menos eso. Es la plena complicación de la vida misma desde sus raíces y esencias.  Busca la angustia constante para mover el ser.
Sin filosofía en la escuela, pierde todo sentido la educación como sistema escolar. Aunque la filosofía pueda pervivir como nació en una cierta plaza, con unas ciertas personas, que discutían de ciertos temas, que era de poco agrado para la gente de la doxa. Es en la escuela pública donde su fuego de duda y de crítica, que impulsan las nuevas ideas y los nuevos proyectos de vida, que contengan en sí mismo, a la sociedad, a las culturas, y a los diversos modos de vivir. Es en la escuela del siglo XXI donde la filosofía vive para ser expandida en las acciones de la vida cotidiana. Y de la vida cotidiana que de una u otra manera resiste que se le imponga ser, y que busca su ser mismo dentro del mundo, en un tiempo y en un espacio que le pertenecen de por sí.
Es claro que no se quieren formar filósofos, sino personas conscientes de su papel en el mundo, siendo, universitarios, trabajadores, personas del común, pero que saben que sus acciones determinan ciertas reacciones. Que el mundo de una u otra forma depende de dichas acciones. Una guerra es una guerra encarnada por hombres comunes y corrientes que disparan pistolas y fusiles individuales, con su dedo índice, el cual usamos como registro dactilar, principalmente, para la identificación de sujetos, individuos, seres diferenciados por su individualidad. Por ello son fundamentales, las tres horas de ejercicio filosófico, para poder, en el orden de lo posible, formar sujetos responsables de su ser mismo, entendido como toda la enteridad del ser humano, sus valores, principios, familia, contexto, experiencias, situaciones límites de cada ser humano vivo.
No se puede renunciar a las tres horas de filosofía, no se puede dejar de enseñar a filósofos de las distintas épocas de la filosofía, como ejemplos de irreverencia frente a la tradición, no se puede dejar de pensar filosóficamente la vida que se vive en el ya y en el acá, de cada quien, desde cada ese quien.
Es la filosofía el sentido mismo de la educación, la educación, nace del asombro mismo, pues cada maestro quiere asombrar a sus pupilos para fomentar en ellos asombro por sus propias ideas, miedos, acciones. La educación sin filosofía es una justicia ciega, muda y sorda, manca, coja, enferma, delirante, casi que muerta. La educación sin filosofía, se convertiría en la más alienante empresa de una civilización. De un poder económico por encima de las necesidades de una educación para la vida misma y vida entendida como la oportunidad de ser feliz, pleno, tranquilo, seguro de sí y de su pasado, así como de su futuro. Una educación con filosofía busca la libertad plena de una sociedad en armonía y serenidad, en una igualdad de progreso para los que se atreven a asumir las responsabilidades de ser consciente de sus actos y de las consecuencias de los mismos.
Así, defender la filosofía desde las aulas mismas. Defender la filosofía desde las calles mismas. Asumir la duda como un arma contra el sistema, la crítica como una defensa y el asombro como la búsqueda insaciable de sí mismo. Y ese sí mismo entendido a su vez como los otros seres que me configuran en tanto que me da la distancia para saberme reconocer en un espacio.
La escuela no es un micro Estado, es un micro poder para resistir las imposiciones sociales y económicas del Estado.
Ahora bien, claro que el dialogo sobre este tema queda abierto y el problemática, pues, no pretende ser nada más, sino, pensar de otra manera las tres horas de filosofía en la escuela, pasaremos al segundo momento.
Como segundo momento presentaremos diversas ideas adquiridas durante las diversas sesiones, las cuales han contribuido, de manera positiva, en el hacer mismo de la enseñanza de la filosofía dentro de la escuela pública.
Empezaré por decir que es justo saber distinguir qué hace la pedagogía y qué hace la filosofía. Pues la pedagogía es la reducción de una pregunta filosófica, es decir, la pedagogía se pregunta por la educación, pero se centra, por decirlo de algún modo, en la evolución de la educación, en los modelos de educación o modelos pedagógicos. La pedagogía no hace educación, se pregunta por ella y trata de reflexionarla, de conceptualizarla y en alguna medida categorizarla. Pero el maestro que enseña, y en cierta medida podríamos decirlo, hace lo que el pedagogo dice se debe hacer para poder enseñar mejor. El maestro mismo debe ser pedagogo de su hacer. Si el maestro no reflexiona su enseñar no puede saber si enseña. Y más aún el maestro de filosofía que no piense la educación como problema filosófico, como hacer diario, como medio para alcanzar cierta estabilidad social, como ejercicio de formación ciudadana, entre otras tantas. El maestro de filosofía es quien debe dudar hasta de sí mismo para poder ejemplificar el ejercicio mismo de la duda en sus aprendices.
Por otro lado claro que se debe tener en cuanto la historia de la filosofía sin perder de vista la luz del filosofar, pues hasta a la misma historia de la filosofía hay que ponerla entre signos de interrogación. No se puede separar el filosofar de la clase misma de filosofía. Es la clase de filosofía el espacio para reflexionar y pensar de manera filosófica los problemas presentados por la misma filosofía, que a su vez no cuestiona nada más allá de la vida misma. Es esencial enseñar desde los inicios de las clases a los estudiantes de filosofía que no miraremos la filosofía desde las gradas como turistas, sin o que estaremos en el ruedo toreando las incógnitas de la vida misma. Se preguntará por la política desde el ser político. Se preguntará por la otredad desde el saberse el otro para todos. No es la filosofía un método, es la que erradica los obstáculos para poder después crear caminos para pensar desde los conceptos mismos, como los rastros de la demolición.
El sin-sentido de la vida, lleva a la búsqueda del sentido de la vida, pero si no se pregunta por el sentido, no se podrá jamás vivir. La filosofía permite pensar el sentido desde el sin-sentido. Es como, sin el asombro no se llega o por lo menos se busca el saber. Entonces sin el sin-sentido no se halla el sentido. O por lo menos se da o se nos da -eso es otro problema para  otro trabajo- el sentido de las cosas. Para entender el sentido de la vida, de saberme dentro de las cosas y de otros seres que enmarcan de una u otra manera el rango de mis actividades personales y a su vez colectivas. Por ello la importancia de la hermenéutica, de la fenomenología, como formas de ser y de pensar filosóficamente para ejercer una cierta transformación de las cosas y hasta de los sujetos, de las circunstancias y de las situaciones propias. De enseñar el ejercicio libre del pensar, de lanzarse a los lugares ilímites del pensamiento respecto de que se es y que se hace en el mundo.
Otro de los temas relevantes es la importancia de la escritura. De poder plasmar en el lenguaje los pensamientos. De allí la tan importante comunicación o criterio mismo de la filosofía para ser y hacer filosofía, pues la escritura de la misma es la que nos ha permitido hacerla enseñable, de poder asumir desde las propias palabras de los filósofos y a su vez fomentar la escritura de los estudiantes, ya sea a partir de las ideas de los filósofos. Lo importante es que encadenen ideas, que posteriormente adquieran jerarquías dentro del discurso, y puedan llevar a una idea central o síntesis de lo pensado. Sin escritura no habría historia, y cabe decir, pretenciosamente que otra era la manera de pensar, y que por la escritura, se pudo trascender la barrera y así a otros modos de pensar.
Si no se enseña a escribir en la escuela es muy difícil que se actúe a plenitud en la vida del día a día. Escribir permite aprender de otra manera. En el simple hecho, por ejemplo, de copiar, ya se aprende algo, por lo menos a identificar físicamente las palabras, que de alguna manera le generan ciertos pensamientos. Y copiar o escribir sobre ética debe ejercer en cierta medida algo en cada estudiante. Claro está que eso precisamente es lo que nunca escribe. O lo que muchas veces nos queda muy difícil de escribir, debido a la vez a la falta de lenguaje, que se da  a la vez por la falta de lectura. Así no se puede separar la escritura de la lectura, ni la lectura de la escritura. Son las dos caras de una misma moneda, como si dijéramos dime qué y cómo escribes y te diré quién eres. O dime lo que lees y te diré quién eres.
Llegamos ahora a tratar la importancia de la estética dentro de la enseñanza de la filosofía, la estética es una forma de trascender la realidad, se puede decir que la trasfigura y la mal copia, y eso nos lo podría corroborar Platón, aunque él mismo salva cierta clase de por ejemplo poesías, para fomentar en los aprendices maneras de pensar. Es la estética una forma de filosofar, en tanto que pone la duda sobre el lienzo o el asombro sobre la escultura, o la crítica sobre un poema, o la síntesis en una canción. Me permitiré con el debido permiso de escribir un poema que me nació durante una de la sesión del día 02 de septiembre y que puede servir para repensar la filosofía misma -pretenciosamente-.
Existe una filosofía agonizante en las aulas de las escuelas,
ya no es un análisis de la historia del pensamiento
ni un desarrollo de la capacidad del pensamiento mismo,
hay que salvar la filosofía,
darle un nuevo aire desde el aula misma.
La filosofía debe ser un aguijonear el ser del estudiante,
no para que aprenda historia de la filosofía,
sino para que piense su ser mismo en el mundo,
la filosofía es la alétheia de sí,
si se elimina la filosofía en los colegios
se elimina la conciencia del discente
se elimina la existencia consiente de sí.
(Quinche)

Hay que vivificar a la filosofía, desde la filosofía misma, ella sólo debe salir de lo que ella misma predica, salir del letargo y asumir el despertar con todo y su frialdad, complejidad, e incongruencia, para buscar o mantener  viva la actitud de búsqueda, de aquello que no se nos ha perdido, pero de lo cual nos sentimos vacíos, algo así como un vacío de sí, la filosofía no quiere llenar nada, quiere desocupar todo. Para volver a colocar, y mejor si es en otra posición. Puesto que la filosofía busca la transformación de ser.
Por ultimo pero no el final, podemos mencionar la importancia de lo que llamamos métodos filosóficos, en este caso para la enseñanza de la filosofía, pues existen a su vez lo que llamamos métodos de investigación filosófica. Los métodos de enseñanza de la filosofía, tales como: el método socrático, la disertación, la lectura y comentario de textos, (videos, música, teatro, pintura etc.), la hermenéutica o la fenomenología (teniendo en cuenta la complejidad de cada una) son necesarios para poder llevar a cabo la labor no sólo de un maestro sino de un maestro en la asignatura de filosofía, en la cual debe existir la máxima rigurosidad pero a la vez la máxima amplitud de espacio para pensar.
No se puede hacer una enseñanza sin un cómo, aunque ese cómo no debe ser camisa de fuerza, sino, como una clase de mapa para hacer un cierto recorrido, pero durante el recorrido puedes hacer diferentes detenciones que no te señala el mapa. O ir a otros lugares.
Lo indispensable es saber la finalidad sin fin, del ejercicio mismo de enseñar filosofía, o más que eso, del objetivo mismo de aprender filosofía. El para qué de la filosofía en la escuela, no como una asignatura más sino como la que busca poner en duda a la escuela misma para valorar el aprender en sí.
Ahora bien, ya para concluir con las consideraciones especiales respecto de la filosofía en la escuela pública, aunque ya se ha dicho algo, respecto de este tema, quiero en este final hacer un breve énfasis un poco más crítico, frente a lo que debe ser la filosofía en el aula de la escuela pública.
Los filósofos de las escuelas públicas debemos asumir la responsabilidad de darle la dignidad, la cual ha venido perdiendo, poco a poco, con las nuevas políticas educativas y evaluativas, por ejemplo, ya no se evalúa en el Icfes filosofía, sino, una mezcla de cosas a las que les llaman lectura crítica y de la cual le quedan muy pocas preguntas netamente filosóficas. No hay derechos básicos de aprendizaje (DBA) desde el ministerio de educación, como sí los hay para otras asignaturas, que llaman en algunos casos, básicas, como si el pensar no fuera básico y necesario aprenderlo. Es como aprender a montar en bicicleta necesitas que alguien te tenga, mientras aprendes a hacerlo por ti solo.
La filosofía debe rescatar no solo a la filosofía sino a la poesía, a la música, a la pintura, a la escultura, a la arquitectura, a la Historia, para repensar la humanidad que somos, que fuimos y que seremos. La poesía debe ayudar a pensar de manera irrestricta, la música debe hacernos pensar (sentir) sin lenguaje. La pintura debe hacernos ver la realidad, la escultura hacernos de otras contorciones, la arquitectura a nuevas formas de habitar y la Historia a nuevas formas de hacer. Para poder crear nuevas formas de ser en el mundo y con el mundo.
A pesar de que se muestre a la filosofía tan elemental, sabemos que, a pesar de que busque la totalidad, la universalidad, la absolutización del ser, entre más nos acercamos, más nos damos cuenta qué tan lejos estamos. La filosofía no se escribe con “f” de  felicidad, no busca ni quiere dinero, solo complejidad, error, fisura, escape, vaciar, oscuridad, rebeldía, sarcasmo, liricas de revolución, e imágenes de mentira que buscan justicia, bien y belleza.
Si ya estuviera acabada la filosofía, ella misma se habría enterrado. Pero aún vive en las preguntas de la vida que generan nuestros estudiantes, y que una afirmación, aseveración, aserción, puede generar un impacto en el que pregunta, y que por ello debemos ser maestro ante quien los aprendices puedan preguntar sin importar lo que se pregunta, en cierto modo, pues en la medida que se pregunta se van afinando las preguntas, puesto que, así como dice Fromm en su texto el miedo a la libertad, el acto mismo de vivir la vida, es su significado único, dado en la experiencia de la actividad, del momento mismo, el saberse quien pregunta por saberse quien vive. La vida por medio de la pregunta que abre la vida misma, para descubrir sus esencias más profundas y constitutivas.
Por ello y muchas cosas más debe la filosofía seguir mirando desde su lugar de madre del querer saber, de amar el buscar la verdad, sin importar si la encuentra o no, debe seguir siendo la que desde el asombro, la duda, la crítica y la comunicación mantenga en pie su ser mismo.





A propósito de…


La verdad es indecible
La mentira es el lenguaje
El saber un lujo
Y el pensar un embrujo

La verdad es increíble
La mentira la hopalanda del ser
El saber un artilugio
Y el pensar un acorde sin flujo

La verdad es evasiva
La mentira es evidente
El saber un tridente
Y el pensar nada estridente

La verdad es ausencia
La mentira apariencia
El saber un insipiente
Y el pensar casi delincuente
(Quinche, 04-11-17)









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