sábado, 27 de mayo de 2017
HACIA LA IN-CULTURA DE LA SIN.-ÉTICA
HACIA LA (IN)CULTURA DE LA <>
El neo y el pos de la humanidad
El siguiente texto está fundamentado sobre la lectura del texto de Lipovetsky, G. (1994) Edén, Edén en El Crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. Se quiere presentar un discurso crítico frente a varios de los conceptos usados allí.
El discurso de la ética indolora: primero para que sea indolora, debe doler, y después se le antepone el prefijo “in” para desconocer dicho dolor y así pasar a una ética indolora, o lo que llamo en éste texto la (in)cultura <>.
La vida es un sin-sentido, a la que hay que darle sentido. Algo así como el sentido del sin-sentido. La efímera idea de la existencia, en un instante del universo. Frente a un mundo lleno de sujetos, más de individuos, que pregonan una ética de la libertad. Pero que a la vez no mira a la humanidad como referente de sus acciones sino solo a sí mismo, como centro de la realidad, llegando al individualismo irresponsable frente a… Lo neo, es así como, diferentes flores del mismo árbol. El neo-individualismo a pesar de que responde a ciertos principios pre-establecidos, dichos principios los deforma. Acomodan a su antojo la justicia de sus acciones y así la neo-cultura de la vida sin-ética.
No existe una única mirada sobre el mundo, pues existen más observadores aparte de la mía, así se configuran las cosmovisiones y la fundamentación de una cultura posmoderna en busca de lo que no se le ha perdido. Ya no se actúa por una convicción, por una idea de beneficio social, la inmediatez del mundo se torna hacer (dejar hacer) y después si queda tiempo miramos que resultó.
La vida es ya un pos-deber, las sociedades pos-moralistas transforman la ética en una etiqueta, y así ineludiblemente a un neo-conformismo moral que se cubre, pues la verdad es el neo-pesimismo moral y así a su vez un pesimismo cultural, del sálvese quien pueda, y ya no aplica primero los niños. Aplica primero yo, segundo yo y tercero yo. Un pleno desconocimiento de la esencia humana representada en cada ser humano, la necesidad de aferrarse a sí mismo por encima de aferrarnos a nos-otros. Los otros que me hacen, pues en ellos me reflejo como sujeto.
Este caos organizado de las sociedades pos-sociedades, representa así el pos de las acciones humanas, que serán ahora acciones individuales, y sobre todo irresponsables. Irresponsables tanto de sí mismos por olvidar el referente social. La familia como cuna de los saberes culturales, lleva muchas veces a la lucha des-humanizada por alcanzar lo efímero del ser. Una felicidad capitalista, por ejemplo.
La ética y su miseria, reducida en sí misma, es igual a una sala cosmética (etiqueta) ya no logra “corregir” los excesos y vicios del individualismo y tecno-científico universo. La ética ya no es panacea. Lo que determina el orden en este caos es el self-interest, convirtiendo al heroísmo en un Bien átono. Se superpone el virtuismo, que en realidad lleva a la eliminación de las libertades de los y las demás para imponer mi self.
La cultura pos-moralista se convierte en otra moral, de la moral sin-ética. La moral del afán de la sociedad se limita a la construcción de individuos en función de un programa de televisión, o la tele-masacre. Que produce zombis sociales más no sociables. Ya Dios no es Dios sino Bienestar, y la publicidad se convierte así en el profeta del Bienestar. Llevándonos a la búsqueda insaciable de una felicidad light, el hiper-modernismo trae el hiper-individualismo, donde es mejor parecer. Y si todo esto es así es preferible perecer.
Pero, bueno, no todo está perdido. Aún el sin-sentido de la vida está esperando su sentido. El cual no debe ser impuesto por las culturas del consumo inmediato e instantáneo, que reduce a la mínima expresión la verdad humana, casi hasta borrarla, el sentir de la humanidad en su propio ser. Se pierde la esencia de representar a la humanidad en los actos. Ya cada acto no es humano es individualista. Y así se desprende de la proporción necesaria de ciertos actos.
Hay que salvar al mundo, al mundo vivo, al mundo vívido. El mundo no soy solo yo. Debemos la vida misma. Y por ello nuestras acciones deben estar encaminadas al agradecimiento de la vida misma, salvaguardando la vida misma, no sólo la mía, pues en verdad no es mía, sino de la humanidad en sí que espera algo de mí. Dejar el mundo mejor de como lo encontramos. Es la esperanza de la vida frente a las futuras generaciones. No quiero tener que enseñarles a mis hijos un mundo de lucha caníbal y acérrima frente a la misma humanidad. Consumir nos consume y nos hace perder en los productos que consumismos, ya no somos un <> sino un <>. Los hábitos o costumbres de ayudar ya no se enseñan, no se ejemplifica, ya no es una acción humana moral. La humanidad ya no es un referente ético, el mundo, la naturaleza se pierde en la masificación del consumo y así la humanidad se convierte en autoconsumo desmesurado de su ser.
El individualismo irresponsable es la fuente de la sociedad del siglo XXI, y el papel de la crítica filosófica y de la praxis revolucionaria es el de recuperar la esencia humana, un renacer del Renacimiento, reformulando al sujeto individuo como dependiente de los demás necesariamente. La libertad es libertad compartida dentro de un contexto determinado del mundo vivo, vívido. Y así hallar el “placer” de ser mundo, de vivir en él y de la responsabilidad que tengo sobre él. Pues las generaciones futuras –si es que se dan- deben ratificar la necesidad de repensar al ser humano, en vistas de una rehumanización de la naturaleza o una naturalización de la humanidad. Recordar que somos naturaleza viva, vívida. Que somos responsables directos de los nevados, de los ríos, de los bosques, del aire y así del destino directo del mundo, de los seres humanos. Andamos en busca de la conciencia humana. Pero parece que se la ha consumido el consumismo. Que la bioética es sólo un concepto académico más no real en la práctica del diario vivir. Se ha desfondado lo humano y se encontró la toxicomanía de los seres que parecen ser. La autonomía se perdió en la soledad. La integridad quiere unir a la humanidad. Pero la vida sin-ética es el neo y el pos de la humanidad. La vida sin-ética es la que “normaliza” las noticias diarias de las masacres, violaciones, robos, droga, corrupción, entre otras cosas. Ya es normal que violen niñas de meses (por Dios). Que maten por una bicicleta, un celular, una chaqueta, la vida se desvalorizó y el consumo nos ahogó. La vida sin-ética pretende salvaguardar el self individualis y el mensaje de este texto o llamado a viva voz es el de reencontrar el self mundo, la conciencia de ser mundo y por ello de interdependencia con el mismo. Soy responsable del mundo.
BIBLIOGRAFÍA
Lipovetsky, G. (1994) Edén, Edén en El Crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos, Barcelona, Anagrama. (Toro Sepia Ediciones. 2017).
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