COMENTARIO
ACERCA DEL SABER PEDAGÓGICO
Hacia
una libertad pedagógica
En este
comentario se quiere hacer un recorrido sobre la experiencia vivida durante las
sesiones desarrolladas, entorno al pensarse como maestro desde el hacer mismo
de la práctica pedagógica, encaminada a la transformación real de la sociedad y
la cultura para alcanzar así la libertad que por naturaleza poseemos.
En éste tiempo
transcurrido podemos encontrar soluciones y problemas a nuestra labor como
maestros. Los conceptos y sus definiciones son fundamentales a la hora de hacer
la labor del maestro, pero que, a la vez se desintegran en esa misma labor; generando así nuevas formas de reflexionar, de
reconceptualizar el hacer y así el saber pedagógico.
Las sesiones me han
generado la idea de pensar en una libertad pedagógica que permita soñar a los
maestros y así ilusionar a los dicentes. Que esta libertad pedagógica tenga una
potencia política para transformar las realidades y ética para trasformar las
acciones. Que ayuden a superar ese régimen de verdad impuesto por una red
discusiva de poder. Ésta libertad pedagógica también puede (debe) ser entendida
como terquedad pedagógica en tanto que el maestro se modifique a sí mismo, ya
no en un expositor de su saber o de su conocer sino que sea el orientador de la
construcción o composición de los saberes en los aprendices.
Al monstruo
desde adentro. Debemos ser como una especie de virus o parásitos para enfermar
el establecimiento, las instituciones. O mejor dicho, debemos “sanar” la
sociedad. Así los maestros debemos usar el discurso, construir una nueva red y
construir las verdades desde diferentes formas de crearla, poesía, cuento,
dibujo, música, escultura, pintura. Los docentes debemos crear una pedagogía de
la conciencia o una conciencia pedagógica que supere su lugar subalterno y se
entrone como “alternidad” de ser lo
alterno, lo diferente, lo que va más allá del monismo metodológico y hace uso
de la proliferación y de la multiplicidad de formas de hacer y ser, ya no solo
un ser educado sino un ciudadano que es indispensable para la construcción de
su propia sociedad y futuro, constructor de su historia en la historia.
Debo decir que
las sesiones me han generado una gran inestabilidad, tanto en un sentido
académico de saberme aún con vacíos filosóficos del siglo XX que me llevan a un
reto de emprender una auto formación para así encontrar el equilibrio académico
adecuado para que ese hacer lo pueda entender mejor y por tanto ver así mejor
su viabilidad del hacer cotidiano. Igualmente me ha llevado a cuestionarme si
en verdad mi hacer como maestro está enmarcado bajo preceptos teóricos y si
existía un método para llevar a cabo mi hacer. Sí me di cuenta que debía
reformular muchas de mis acciones para poder aproximarme a la consecución de
ciertos objetivos, como el desarrollo del pensamiento crítico desde la poesía.
Igualmente me he
podido dar cuenta de que estoy en el lugar correcto en el sentido de que al ser
maestro puedo ejercer una influencia sobre mis dicentes y así formar, dar
forma. La revolución es desde las aulas, con argumentos y con propuestas para
la transformación de las falencias evidenciadas en la crítica. Somos nosotros
los maestros los llamados no a dar de la sabiduría que se posea sino a brindar
sueños a quienes siempre se les ha prohibido soñar. La esperanza, la ilusión y
la imaginación son indispensables para la búsqueda de los sueños individuales,
personas que sueñan ser mejores siempre y que se empeñan en hacerlo. Nosotros
los maestros somos los encargados de dar esperanza, de fomentar la ilusión y
fortalecer la imaginación para que así se puedan hacer realidad los grandes
sueños de cada persona de la sociedad y que así en plana armonía de sueños que
se complementan los unos a los otros alcanzar la armonía social y cultural.
La libertad
pedagógica está así entendida como la posibilidad de hacer sin
condicionamientos, currículos, métodos, fines, “régimen de verdad”. Lo que no
se puede perder es la esencia de búsqueda que tiene el ser humano, de sí, de su
ser, de su existir.
A modo de cierre
podemos decir que el saber pedagógico es el campo de batalla de los
maestros, que este saber no es solo
saber, pues depende más del hacer. Es fundamental saber de historia para poder
guiar una sesión de historia, pero es más elemental hacer conocedores a las
personas que son ellos quienes hacen la historia, nosotros la hacemos día a día
y transformamos así el presente. Por ello la pedagogía debe ser libre y no
subalterna debe ser pilar que conduzca las acciones de los maestros hacia fines
tácticos para superar las estrategias estatales. Generar una conciencia del
hacer del maestro para construir un saber autónomo.
QUINCHE
No hay comentarios:
Publicar un comentario